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Talca, Región del Maule, Chile
Me describo como un tipo común y corriente, sincero, humilde, auténtico, original, carismático, con sentido del humor, etc. Tengo mis ideas súper claras, en resumen creo ser una buena persona que no anda aparentado ser lo que no es. Soy una persona tan común y corriente como cualquiera de ustedes, con las mismas debilidades y errores. Al igual que la mayoría, también me cuesta orar y leer la Biblia, pero siempre hago el esfuerzo por intentar llevar una vida de integridad en obediencia a Dios. Mi vida es el ministerio y el ministerio también es mi vida, no podría separarlos jamás. Yo soy esto, soy un hombre común y corriente que sirve al Señor. La única diferencia con algunos otros, es que lo muestro, nada más. No trato de ser correcto, ni de hacerme el espiritual. En todo caso, soy espiritualmente normal.

lunes, 30 de abril de 2012

Sobre los profetas del terror, o una ética de la manifestación espiritual


Soy un Pentecostal, nacido en la casa del Señor. Recibí la salvación de mi alma a los 11 años, y el bautismo del Espíritu Santo a los 15. He cometido errores típicos en cuanto a la manifestación, pero un día comprendí que la Biblia me entrega no solamente pistas de ética personal y social, sino también de ética en las manifestaciones espirituales. Y de eso voy a hablar en esta ocasión. 

¿Por qué mi nota comienza con el enunciado “profetas del terror”? porque probablemente ud. sea uno de ellos. Un profeta del terror es aquel que dice: “es mejor pecar creyendo que pecar dudando”, o “no hay que juzgar las manifestaciones del Señor porque son santas”. Pero los peores profetas del terror son aquellos que cuando entran en éxtasis y comienzan a “profetizar”, reiteran con un acento furibundo: “soy yo el Señor el que está hablando, y yo respaldo a mi hijo, no peses lo que el instrumento dice” –aludiendo a si mismo, claramente-. Otros, con el mismo acento, se esfuerzan declarando “hay un ¡ay! Para los incrédulos”. Hay otros, mucho mas prudentes, que solamente se enfocan en señalar una y otra vez “cree, soy yo Jehová el que hablo”.

En fin, ¿para que todo esto? Para decirle, querido lector, que todos esos enunciados irritados, no son más que falsedad. ¿En qué momento Dios ha necesitado reafirmar que es él quien habla? Si ante su presencia tiembla la tierra, ¿por qué tendría que gritonearnos una y otra vez diciendo que es él? El Maestro enseñaba que sus ovejas conocen su voz, y lo siguen. Dios no necesita reiterarnos eso. Dios tampoco necesita reafirmar la autoridad de su profeta, porque la cosa es sencilla: si es profeta, ya tiene autoridad; y si no es, sencillamente no la tiene. Por lo tanto, es obvio que muchos de estos profetas solamente son personas hablando desde su propio corazón. Y cuando es Dios el que habla, no necesita recalcarnos cada 2 minutos que es El quien nos está hablando. Y los que ponen en más evidencia su falsedad, son aquellos que declaran juicio y maldición para los que se atreven siquiera a cuestionarse lo que están oyendo de parte de ese santo instrumento.

Vistos estos ejemplos, es tiempo de comenzar a demostrar bíblicamente los abusos de estos profetas del terror. En primer lugar, es probable que muchos de mis lectores estén esperando un compendio de citas del antiguo testamento. Es cierto, podría hacerlo sin problemas. Pero me interesa mas trabajar con el Nuevo, porque en el antiguo el concepto de la Gracia de Cristo no opera como agente principal en el ejercicio profético. Sin embargo, en el NT, toda persona que ejercitaba su don, ya tenía un concepto claro acerca de lo que significa la Gracia de Cristo, el sacrificio en la cruz, y la redención del pecado. Por lo tanto, es en ese contexto que en gran apóstol y hermano Pablo de Tarso, le escribe su primera carta a la iglesia en Corinto.

Entonces, el profeta del AT declaraba juicio y destrucción sobre el pueblo de Dios por su maldad y pecado, pero a la vez, en todos los casos nos encontramos con que dispensaba una posibilidad de perdón. Contamos entre estos profetas a hombre como Isaías, Jeremías, Exequiel, etc. El profetismo de estos hombres fue perfeccionado en la persona de Cristo, y luego todos aquellos que son “profetas”, o que tienen don de profecía, después de Cristo, tienen la vara muy alta, puesto que Jesús no sólo hablaba con juicio, sino que traía restauración a las naciones. Es por ello, por el hecho de que en Cristo la Gracia se dispensó a todos los hombres, que ningún profeta está autorizado a declarar juicio sobre una iglesia o sobre un individuo, porque la Gracia restauradora puede operar sobre él(ellos) hasta el día de su defunción.


Ahora, pasemos a esa horrorosa exigencia de creer que el profeta es incuestionable. Dice Pablo en 1ª corintios 14:29 “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen”. Es decir, que todo creyente está plenamente autorizado a juzgar lo que un profeta dice; esto significa que podemos evaluar la validez de su mensaje a la luz de la Palabra de Dios, que podemos evaluar sus expresiones, y que podemos decidir si realmente es enviado de Dios o no. La Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, nos faculta plenamente para pesar lo que un instrumento habla, y es por ello que no debemos tener temor si ese profeta declara un juicio o un ¡ay! para nosotros, porque estamos haciendo algo totalmente legitimo. Y luego, si alguno de mis lectores no ha quedado conforme con lo que digo, vea un poquito mas adelante en el 14:36-37 “¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado? 
Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor.” Juzgar a los que profetizan incluso puede ser tomado como un mandamiento del Señor.

Y si queremos ser un poco mas agudos, veremos el versículo final de este capitulo, muy famoso y mal utilizado. 14:40 “pero hágase todo decentemente y con orden”. Este versículo es la clave de la ética de las manifestaciones. Porque no solo se nos dice que no debemos juzgar a los que profetizan, sino lo que es peor: no debemos juzgar las manifestaciones espirituales. Sin embargo, en este mismo capitulo, Pablo llama a los corintios una y otra vez a ser ordenados. En este apartado podemos considerar manifestaciones que nisiquiera están relacionadas con los dones espirituales, como contorsiones y otras; deben ser pesadas por los frutos de aquellos hermanos que las experimentan. Si no hay fruto, sencillamente era un éxtasis de efervescencia. A la vez, nos encontramos con manifestaciones extravagantes, con personas que “sesean” o se mueven como serpiente durante un largo tiempo, y que en ningún momento glorifican a Dios verbalmente, por ejemplo. Todo eso debe ser evaluado a la luz de los frutos que genera en el creyente. Creo que ese fue uno de los problemas que tuvo que enfrentar Mr. Hoover.

Siempre se habla de que los pentecostales somos locos, pero esta frase nos convierte en reos del error, porque si tomamos contextualmente cada uno de los versículos que hablan de la “locura del evangelio”, nos encontraremos con la sorpresa de que el concepto “locura” tiene un significado bastante diferente al nuestro –este tema seria para otra nota. Veremos uno de esos pasajes. Pablo señala claramente dentro del mismo capitulo: 14:23-25 “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos? Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros.” El apóstol sabía perfectamente que a los corintios les gustaba mucho el estallido de las lenguas, ese frenesí incontrolable que toda la iglesia entiende como avivamiento. La principal ética de los dones espirituales es que deben ser de edificación pública.

Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, enseñó que lo mas importante no era eso, y a la vez, decía que si alguien hablaba en lenguas y no tenia interpretación, tenia que guardar silencio u orar privadamente (14:28). Y luego dice algo que, en estos días paradójicamente parecería de bombero espiritual: 14:18-19 “Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida.” Creo que no tengo nada que comentar sobre esta afirmación.

Podríamos señalar muchos pasajes y citas más, pero hay una cosa que el lector pentecostal debe saber. Mientras no comprendamos estas cosas con seriedad y altura de miras, no veremos nunca un avivamiento puro. Hemos de comprender que el Espíritu que toma a hermanos, o que nos toma a nosotros, es el mismo Espíritu que inspiró el texto sagrado. Más de alguno pretenderá acusarme de bombero con esto, pero ese pensamiento solamente demostraría que ud. no ama a Dios, porque no guarda su Palabra.

La ética de las manifestaciones espirituales nos permitirá reconocer lo que proviene de Dios, y lo que no proviene de él. En este tiempo el mundo evangélico, y sobre todo el segmento pentecostal y carismático, están siendo profundamente afectados por corrientes extrañas, procedentes de diferentes fuentes espirituales que no necesariamente provienen de nuestro Dios Santo. Y es por eso mismo que nuestra principal regla de definiciones debe ser la Palabra divina, y el discernimiento que proviene del Espíritu Santo –que, a propósito, es uno de los dones que menos se ejercita, y los que lo hacen generalmente pasan por bomberos también-.

Con esto, solamente pretendo llevar a uds., queridos hermanos y amigos, una ética bíblica de la manifestación, para no ser engañados, para resguardar la pureza de la genuina manifestación espiritual trazada a lo largo de las páginas del nuevo testamento. Espero seamos edificados, y podamos ser portadores de un evangelio sustentado en la Gracia de Cristo, y no en el terror de los profetas que hablan de su propio corazón.

Ferviente Pentecostal.

martes, 17 de abril de 2012

Quiero volver a ser un niño visualizado...

He decidido aceptar la responsabilidad de ser un niño nuevamente.

Quiero amar a Dios, ir a la Iglesia y pensar que es la Casa de Dios.

Quiero asistir a la Escuela Dominical, memorizar el texto y ganarle a la clase de niñitas.

Quiero tener la fe que tiene un infante, que no pregunta ni cuestiona nada.

Quiero pensar que las clases visualizadas es mucho mejor que ir al colegio, pues ahí te dan premios y los profesores son amorosos.

Quiero salir cómodamente de mi casa sin preocuparme que terno o que corbata llevo puesta.

Quiero tener a alguien que me tome de la mano para ir a la Iglesia.

Quiero cantar en el coro niño y recibir dulces cada 24 de diciembre.

Quiero regresar a mi casa a un Culto Familiar y sacar un Pan de Vida.

Quiero ir al baño cuantas veces quiera sin importar que opine el vigilante.

Quiero dormir debajo de las bancas y sacar con la mano todos los chicles pegados que encuentre.

Quiero arrancarme del portero para salir a jugar con mis amigos afuera del Templo.

Quiero abrazar a mi pastor y despedirme de él al término de cada servicio.

Quiero regresar a la edad donde la vida era simple, cuando todo lo que sabia eran de historias bíblicas, lecciones, coritos y memorizar versículos; y eso no me molestaba, porque era todo lo que sabia y no me preocupaba de lo que sabia, porque todo lo que sabia era que Dios es amor y que yo era feliz.

Quiero pensar que el pastor es justo. Que toda la hermandad es honesta y buena.

Quiero pensar que existe una gran familia en la fe, pues hay amor y comunión.

En algún lugar en mi juventud maduré y aprendí demasiado…

Aprendí que existen injusticias, conflictos, pelambres, cahuines y desuniones.

Aprendí que mis amigos de infancia se convirtieron en mis rivales, y ahora me encuentro sumido  en una competencia desleal de sobrevivencia…

Aprendí a tener ambición por alcanzar los más altos cargos eclesiásticos y ha pugnar por ser el más grande.

Aprendí que Dios ya no es el centro de nuestras vidas, pues todo gira en función de la iglesia y la apariencia.

Aprendí que las decisiones no se toman de acuerdo a lo que la Biblia dice, si no que ahora se toman de acuerdo a los intereses personales y egoístas...

Aprendí que la Iglesia esta llena de fariseos, pues la mayoría señalan con el dedo los “pecados” de los demás acusándolos de mundanos y afirmando con altivez que entre “ellos” no se da esa clase de pecados.

Aprendí que la voz de Dios apenas se oye, pues ahora sólo hay que escuchar la voz del pastor y algunas veces la voz del pueblo.

Aprendí de noviazgos y matrimonios automáticos programados (sin sentimientos).

Aprendí que tienes que servir al ojo, ser diplomático, tener “santos” en la corte, para así poder encaramarse por los escaños y peldaños de la iglesia.

Aprendí que tienes que tener una obediencia ciega hacia las autoridades, ser sumiso y estas conforme en todo, pues así tendrás “honras”.

Aprendí que pedir explicaciones o sustento bíblico a lo que hacíamos estaba prohibida so pena de ser tildado como rebelde, hereje o cosas similares.

Aprendí que no importa la conducta, ética o moralidad, lo importante es cuanto dinero puedes aportar o cuando conocimiento académico has conseguido.

Aprendí que la ofrenda tiene que ser visible, y mientras más silenciosa mucho mejor...

Aprendí que existen modelos en vitrina, antes clamaban con la cerviz erguida desde su banca hoy observan, conversan y critican echados en un cómodo sitial…

Aprendí que aquellos que diezman abundantemente tienen un tratamiento preferencial, permitiéndoseles inclusive observar comportamientos pecaminosos sin ser objeto del llamado de atención que la palabra de Dios ordena.

Aprendí de algunas iglesias que son más que nada refugios para gente sin esperanza en el que sus pastores se convierten en lobos y se aprovechan de una u otra manera de ellos, basándose en el silencio de las ovejas frente a los atropellos cometidos en nombre de la fe.

Aprendí sobre las neoteologías, pues siempre surge una nueva corriente, un nuevo pensamiento teológico, tratando de hacernos sentir que ahora si que estamos frente a la gran verdad que nunca descubrimos ni nosotros, ni los apóstoles ni siquiera los profetas....

Aprendí que el dinero les ha callado la boca a muchos hombres que pudieron ser sinceros con Dios, pero han terminado siendo farsantes delante de Dios...

Aprendí que nosotros al igual que la iglesia católica tenemos nuestros pequeños y grandes papas, esa gente que nos escandaliza también con esa desvergüenza desmedida de su ambición por lo económico.

Aprendí que Dios es Pentecostal, pues Dios esta aquí con nosotros, no esta con los demás...

Aprendí que los evangélicos no son un punto de apoyo para los vecinos, a menos que te conviertas no existes para ellos.

Aprendí que por pensar diferente, te suspendían cuatro meses de los servicios eclesiásticos.

Aprendí que venir al evangelio es una suerte de raspe y gane, donde uno invierte un peso y espera cosechar un millón.

Aprendí que el evangelio se ha convertido en una gran bolsa de comercio, donde los corredores bursátiles le enseñan a la gente a hacer un gran negocio con Dios, y la gente le dice a Dios: Dios te doy esto y tu tendrás que darme esto otro…

Aprendí a vivir hipócritamente y a convertirme en un apostata de la fe.

Aprendí­ como la gente no sabe querer ni amar, cómo nos destruimos entre nosotros, cómo la envidia nos rodea y nos hace desear el mal.

Aprendí­ como el dinero maneja nuestras vidas y que ya no importa el sentir, sino el conseguir, y el conseguir cada vez más.


Que pasa con el tiempo que pensaba que todos tenían el amor de Dios, por que saluda a todos, creía que todos eran amorosos y sinceros, porque no entendía que existieran conflictos, excepto cuando el profesor de la clase me llamaba la atención.

Cuando pensaba que lo peor que me pasaría en la iglesia era que mi mama me fuera a buscar afuera de la iglesia de una oreja, por que el vigilante me acuso de que me estaba portando mal, y que mis amigos se rieran de mí.

Cuando no necesitaba leer la Biblia para analizar al predicador, si realmente esta predicando sobre la Sana Doctrina.


Quiero alejarme de las complejidades de la Iglesia y excitarme nuevamente con las pequeñas cosas una vez más.

Quiero regresar a los días en que la música cristiana eran los coritos pentecostales.

Quiero volver a creer que el único merito no consiste en tener fama, honra o aplausos, sino que el único merito es que mi nombre este escrito en el Libro de la Vida.

Quiero decir una vez mas aquella frase que hice de rodillas en el altar: “Señor, prometo serte fiel hasta la muerte...”


Recuerdo cuando era inocente y pensaba que todos en la iglesia eran felices porque yo lo era.

Caminaría de nuevo por los pasillos de la iglesia, y saludaría a todos mis hermanos sin preocuparme por los falsos testimonios o las calumnias que se pudieran decir de de ese hermano o esa hermana.

Pasaría todos los días de la semana en la iglesia, jugando con mis amigos y durmiendo debajo de las bancas, sin la preocupación de que me pasara algo, por que estoy en el sitio mas seguro.


Recuerdo cuando no me preocupaba el tiempo, los cargos y las responsabilidades, o en que local me toca atender el servicio. Solo pensaba en que iba a ser cuando grande, quizás un profesor, predicador o guía, sin la preocupación de lograrlo o no.


Quiero vivir simple, nuevamente.


No quiero que mis días sean de religiosidad, de vivir en función de la iglesia, de tener una obediencia ciega hacia la autoridad, ni de como sobrevivir para ser reelegido otro año más en el mismo cargo.

No quiero que mis días sean de intentar ser el prototipo de persona, solo para ostentar a cargos eclesiásticos.

No quiero que mis días sean de polémicas, conflictos y estar siempre suspendido por escribir este tipo de notas.


Quiero creer en el poder del amor, de la sonrisa, del abrazo, del apretón de manos, de la palabra dulce, de la verdad, de la justicia, de la paz, los sueños y de la imaginación.


Admiro la dulce locura de los niños y detesto la mentira de la cordura de los adultos.


Quiero creer en la hermandad que profesa conocer a Dios y quiero volver a dibujar personajes bíblicos en las bancas...

Quiero volver a los tiempos cuando uno asistía al Templo por gratitud a Dios y en forma desinteresada, sin esperar la “ansiada prosperidad”…

Quiero dejar vivir más a ese niño que todos llevamos dentro, para valorar lo bueno y lo sencillo que nos rodea, y que los adultos hemos dejado de apreciar.


OH, SIII !!! Quiero volver a ser un visualizado nuevamente... Aunque sea solo por hoy!!!


Cristiano Pentecostal