Soy un Pentecostal, nacido en la casa del Señor. Recibí la salvación de mi alma a los 11 años, y el bautismo del Espíritu Santo a los 15. He cometido errores típicos en cuanto a la manifestación, pero un día comprendí que la Biblia me entrega no solamente pistas de ética personal y social, sino también de ética en las manifestaciones espirituales. Y de eso voy a hablar en esta ocasión.
¿Por qué mi nota comienza con el enunciado “profetas del terror”? porque probablemente ud. sea uno de ellos. Un profeta del terror es aquel que dice: “es mejor pecar creyendo que pecar dudando”, o “no hay que juzgar las manifestaciones del Señor porque son santas”. Pero los peores profetas del terror son aquellos que cuando entran en éxtasis y comienzan a “profetizar”, reiteran con un acento furibundo: “soy yo el Señor el que está hablando, y yo respaldo a mi hijo, no peses lo que el instrumento dice” –aludiendo a si mismo, claramente-. Otros, con el mismo acento, se esfuerzan declarando “hay un ¡ay! Para los incrédulos”. Hay otros, mucho mas prudentes, que solamente se enfocan en señalar una y otra vez “cree, soy yo Jehová el que hablo”.
En fin, ¿para que todo esto? Para decirle, querido lector, que todos esos enunciados irritados, no son más que falsedad. ¿En qué momento Dios ha necesitado reafirmar que es él quien habla? Si ante su presencia tiembla la tierra, ¿por qué tendría que gritonearnos una y otra vez diciendo que es él? El Maestro enseñaba que sus ovejas conocen su voz, y lo siguen. Dios no necesita reiterarnos eso. Dios tampoco necesita reafirmar la autoridad de su profeta, porque la cosa es sencilla: si es profeta, ya tiene autoridad; y si no es, sencillamente no la tiene. Por lo tanto, es obvio que muchos de estos profetas solamente son personas hablando desde su propio corazón. Y cuando es Dios el que habla, no necesita recalcarnos cada 2 minutos que es El quien nos está hablando. Y los que ponen en más evidencia su falsedad, son aquellos que declaran juicio y maldición para los que se atreven siquiera a cuestionarse lo que están oyendo de parte de ese santo instrumento.
Vistos estos ejemplos, es tiempo de comenzar a demostrar bíblicamente los abusos de estos profetas del terror. En primer lugar, es probable que muchos de mis lectores estén esperando un compendio de citas del antiguo testamento. Es cierto, podría hacerlo sin problemas. Pero me interesa mas trabajar con el Nuevo, porque en el antiguo el concepto de la Gracia de Cristo no opera como agente principal en el ejercicio profético. Sin embargo, en el NT, toda persona que ejercitaba su don, ya tenía un concepto claro acerca de lo que significa la Gracia de Cristo, el sacrificio en la cruz, y la redención del pecado. Por lo tanto, es en ese contexto que en gran apóstol y hermano Pablo de Tarso, le escribe su primera carta a la iglesia en Corinto.
Entonces, el profeta del AT declaraba juicio y destrucción sobre el pueblo de Dios por su maldad y pecado, pero a la vez, en todos los casos nos encontramos con que dispensaba una posibilidad de perdón. Contamos entre estos profetas a hombre como Isaías, Jeremías, Exequiel, etc. El profetismo de estos hombres fue perfeccionado en la persona de Cristo, y luego todos aquellos que son “profetas”, o que tienen don de profecía, después de Cristo, tienen la vara muy alta, puesto que Jesús no sólo hablaba con juicio, sino que traía restauración a las naciones. Es por ello, por el hecho de que en Cristo la Gracia se dispensó a todos los hombres, que ningún profeta está autorizado a declarar juicio sobre una iglesia o sobre un individuo, porque la Gracia restauradora puede operar sobre él(ellos) hasta el día de su defunción.
Ahora, pasemos a esa horrorosa exigencia de creer que el profeta es incuestionable. Dice Pablo en 1ª corintios 14:29 “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen”. Es decir, que todo creyente está plenamente autorizado a juzgar lo que un profeta dice; esto significa que podemos evaluar la validez de su mensaje a la luz de la Palabra de Dios, que podemos evaluar sus expresiones, y que podemos decidir si realmente es enviado de Dios o no. La Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, nos faculta plenamente para pesar lo que un instrumento habla, y es por ello que no debemos tener temor si ese profeta declara un juicio o un ¡ay! para nosotros, porque estamos haciendo algo totalmente legitimo. Y luego, si alguno de mis lectores no ha quedado conforme con lo que digo, vea un poquito mas adelante en el 14:36-37 “¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado?
Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor.” Juzgar a los que profetizan incluso puede ser tomado como un mandamiento del Señor.
Y si queremos ser un poco mas agudos, veremos el versículo final de este capitulo, muy famoso y mal utilizado. 14:40 “pero hágase todo decentemente y con orden”. Este versículo es la clave de la ética de las manifestaciones. Porque no solo se nos dice que no debemos juzgar a los que profetizan, sino lo que es peor: no debemos juzgar las manifestaciones espirituales. Sin embargo, en este mismo capitulo, Pablo llama a los corintios una y otra vez a ser ordenados. En este apartado podemos considerar manifestaciones que nisiquiera están relacionadas con los dones espirituales, como contorsiones y otras; deben ser pesadas por los frutos de aquellos hermanos que las experimentan. Si no hay fruto, sencillamente era un éxtasis de efervescencia. A la vez, nos encontramos con manifestaciones extravagantes, con personas que “sesean” o se mueven como serpiente durante un largo tiempo, y que en ningún momento glorifican a Dios verbalmente, por ejemplo. Todo eso debe ser evaluado a la luz de los frutos que genera en el creyente. Creo que ese fue uno de los problemas que tuvo que enfrentar Mr. Hoover.
Siempre se habla de que los pentecostales somos locos, pero esta frase nos convierte en reos del error, porque si tomamos contextualmente cada uno de los versículos que hablan de la “locura del evangelio”, nos encontraremos con la sorpresa de que el concepto “locura” tiene un significado bastante diferente al nuestro –este tema seria para otra nota. Veremos uno de esos pasajes. Pablo señala claramente dentro del mismo capitulo: 14:23-25 “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos? Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros.” El apóstol sabía perfectamente que a los corintios les gustaba mucho el estallido de las lenguas, ese frenesí incontrolable que toda la iglesia entiende como avivamiento. La principal ética de los dones espirituales es que deben ser de edificación pública.
Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, enseñó que lo mas importante no era eso, y a la vez, decía que si alguien hablaba en lenguas y no tenia interpretación, tenia que guardar silencio u orar privadamente (14:28). Y luego dice algo que, en estos días paradójicamente parecería de bombero espiritual: 14:18-19 “Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida.” Creo que no tengo nada que comentar sobre esta afirmación.
Podríamos señalar muchos pasajes y citas más, pero hay una cosa que el lector pentecostal debe saber. Mientras no comprendamos estas cosas con seriedad y altura de miras, no veremos nunca un avivamiento puro. Hemos de comprender que el Espíritu que toma a hermanos, o que nos toma a nosotros, es el mismo Espíritu que inspiró el texto sagrado. Más de alguno pretenderá acusarme de bombero con esto, pero ese pensamiento solamente demostraría que ud. no ama a Dios, porque no guarda su Palabra.
La ética de las manifestaciones espirituales nos permitirá reconocer lo que proviene de Dios, y lo que no proviene de él. En este tiempo el mundo evangélico, y sobre todo el segmento pentecostal y carismático, están siendo profundamente afectados por corrientes extrañas, procedentes de diferentes fuentes espirituales que no necesariamente provienen de nuestro Dios Santo. Y es por eso mismo que nuestra principal regla de definiciones debe ser la Palabra divina, y el discernimiento que proviene del Espíritu Santo –que, a propósito, es uno de los dones que menos se ejercita, y los que lo hacen generalmente pasan por bomberos también-.
Con esto, solamente pretendo llevar a uds., queridos hermanos y amigos, una ética bíblica de la manifestación, para no ser engañados, para resguardar la pureza de la genuina manifestación espiritual trazada a lo largo de las páginas del nuevo testamento. Espero seamos edificados, y podamos ser portadores de un evangelio sustentado en la Gracia de Cristo, y no en el terror de los profetas que hablan de su propio corazón.
Ferviente Pentecostal.