He decidido aceptar la responsabilidad de ser un niño nuevamente.
Quiero amar a Dios, ir a la Iglesia y pensar que es la Casa de Dios.
Quiero asistir a la Escuela Dominical, memorizar el texto y ganarle a la clase de niñitas.
Quiero tener la fe que tiene un infante, que no pregunta ni cuestiona nada.
Quiero pensar que las clases visualizadas es mucho mejor que ir al colegio, pues ahí te dan premios y los profesores son amorosos.
Quiero salir cómodamente de mi casa sin preocuparme que terno o que corbata llevo puesta.
Quiero tener a alguien que me tome de la mano para ir a la Iglesia.
Quiero cantar en el coro niño y recibir dulces cada 24 de diciembre.
Quiero regresar a mi casa a un Culto Familiar y sacar un Pan de Vida.
Quiero ir al baño cuantas veces quiera sin importar que opine el vigilante.
Quiero dormir debajo de las bancas y sacar con la mano todos los chicles pegados que encuentre.
Quiero arrancarme del portero para salir a jugar con mis amigos afuera del Templo.
Quiero abrazar a mi pastor y despedirme de él al término de cada servicio.
Quiero regresar a la edad donde la vida era simple, cuando todo lo que sabia eran de historias bíblicas, lecciones, coritos y memorizar versículos; y eso no me molestaba, porque era todo lo que sabia y no me preocupaba de lo que sabia, porque todo lo que sabia era que Dios es amor y que yo era feliz.
Quiero pensar que el pastor es justo. Que toda la hermandad es honesta y buena.
Quiero pensar que existe una gran familia en la fe, pues hay amor y comunión.
En algún lugar en mi juventud maduré y aprendí demasiado…
Aprendí que existen injusticias, conflictos, pelambres, cahuines y desuniones.
Aprendí que mis amigos de infancia se convirtieron en mis rivales, y ahora me encuentro sumido en una competencia desleal de sobrevivencia…
Aprendí a tener ambición por alcanzar los más altos cargos eclesiásticos y ha pugnar por ser el más grande.
Aprendí que Dios ya no es el centro de nuestras vidas, pues todo gira en función de la iglesia y la apariencia.
Aprendí que las decisiones no se toman de acuerdo a lo que la Biblia dice, si no que ahora se toman de acuerdo a los intereses personales y egoístas...
Aprendí que la Iglesia esta llena de fariseos, pues la mayoría señalan con el dedo los “pecados” de los demás acusándolos de mundanos y afirmando con altivez que entre “ellos” no se da esa clase de pecados.
Aprendí que la voz de Dios apenas se oye, pues ahora sólo hay que escuchar la voz del pastor y algunas veces la voz del pueblo.
Aprendí de noviazgos y matrimonios automáticos programados (sin sentimientos).
Aprendí que tienes que servir al ojo, ser diplomático, tener “santos” en la corte, para así poder encaramarse por los escaños y peldaños de la iglesia.
Aprendí que tienes que tener una obediencia ciega hacia las autoridades, ser sumiso y estas conforme en todo, pues así tendrás “honras”.
Aprendí que pedir explicaciones o sustento bíblico a lo que hacíamos estaba prohibida so pena de ser tildado como rebelde, hereje o cosas similares.
Aprendí que no importa la conducta, ética o moralidad, lo importante es cuanto dinero puedes aportar o cuando conocimiento académico has conseguido.
Aprendí que la ofrenda tiene que ser visible, y mientras más silenciosa mucho mejor...
Aprendí que existen modelos en vitrina, antes clamaban con la cerviz erguida desde su banca hoy observan, conversan y critican echados en un cómodo sitial…
Aprendí que aquellos que diezman abundantemente tienen un tratamiento preferencial, permitiéndoseles inclusive observar comportamientos pecaminosos sin ser objeto del llamado de atención que la palabra de Dios ordena.
Aprendí de algunas iglesias que son más que nada refugios para gente sin esperanza en el que sus pastores se convierten en lobos y se aprovechan de una u otra manera de ellos, basándose en el silencio de las ovejas frente a los atropellos cometidos en nombre de la fe.
Aprendí sobre las neoteologías, pues siempre surge una nueva corriente, un nuevo pensamiento teológico, tratando de hacernos sentir que ahora si que estamos frente a la gran verdad que nunca descubrimos ni nosotros, ni los apóstoles ni siquiera los profetas....
Aprendí que el dinero les ha callado la boca a muchos hombres que pudieron ser sinceros con Dios, pero han terminado siendo farsantes delante de Dios...
Aprendí que nosotros al igual que la iglesia católica tenemos nuestros pequeños y grandes papas, esa gente que nos escandaliza también con esa desvergüenza desmedida de su ambición por lo económico.
Aprendí que Dios es Pentecostal, pues Dios esta aquí con nosotros, no esta con los demás...
Aprendí que los evangélicos no son un punto de apoyo para los vecinos, a menos que te conviertas no existes para ellos.
Aprendí que por pensar diferente, te suspendían cuatro meses de los servicios eclesiásticos.
Aprendí que venir al evangelio es una suerte de raspe y gane, donde uno invierte un peso y espera cosechar un millón.
Aprendí que el evangelio se ha convertido en una gran bolsa de comercio, donde los corredores bursátiles le enseñan a la gente a hacer un gran negocio con Dios, y la gente le dice a Dios: Dios te doy esto y tu tendrás que darme esto otro…
Aprendí a vivir hipócritamente y a convertirme en un apostata de la fe.
Aprendí como la gente no sabe querer ni amar, cómo nos destruimos entre nosotros, cómo la envidia nos rodea y nos hace desear el mal.
Aprendí como el dinero maneja nuestras vidas y que ya no importa el sentir, sino el conseguir, y el conseguir cada vez más.
Que pasa con el tiempo que pensaba que todos tenían el amor de Dios, por que saluda a todos, creía que todos eran amorosos y sinceros, porque no entendía que existieran conflictos, excepto cuando el profesor de la clase me llamaba la atención.
Cuando pensaba que lo peor que me pasaría en la iglesia era que mi mama me fuera a buscar afuera de la iglesia de una oreja, por que el vigilante me acuso de que me estaba portando mal, y que mis amigos se rieran de mí.
Cuando no necesitaba leer la Biblia para analizar al predicador, si realmente esta predicando sobre la Sana Doctrina.
Quiero alejarme de las complejidades de la Iglesia y excitarme nuevamente con las pequeñas cosas una vez más.
Quiero regresar a los días en que la música cristiana eran los coritos pentecostales.
Quiero volver a creer que el único merito no consiste en tener fama, honra o aplausos, sino que el único merito es que mi nombre este escrito en el Libro de la Vida.
Quiero decir una vez mas aquella frase que hice de rodillas en el altar: “Señor, prometo serte fiel hasta la muerte...”
Recuerdo cuando era inocente y pensaba que todos en la iglesia eran felices porque yo lo era.
Caminaría de nuevo por los pasillos de la iglesia, y saludaría a todos mis hermanos sin preocuparme por los falsos testimonios o las calumnias que se pudieran decir de de ese hermano o esa hermana.
Pasaría todos los días de la semana en la iglesia, jugando con mis amigos y durmiendo debajo de las bancas, sin la preocupación de que me pasara algo, por que estoy en el sitio mas seguro.
Recuerdo cuando no me preocupaba el tiempo, los cargos y las responsabilidades, o en que local me toca atender el servicio. Solo pensaba en que iba a ser cuando grande, quizás un profesor, predicador o guía, sin la preocupación de lograrlo o no.
Quiero vivir simple, nuevamente.
No quiero que mis días sean de religiosidad, de vivir en función de la iglesia, de tener una obediencia ciega hacia la autoridad, ni de como sobrevivir para ser reelegido otro año más en el mismo cargo.
No quiero que mis días sean de intentar ser el prototipo de persona, solo para ostentar a cargos eclesiásticos.
No quiero que mis días sean de polémicas, conflictos y estar siempre suspendido por escribir este tipo de notas.
Quiero creer en el poder del amor, de la sonrisa, del abrazo, del apretón de manos, de la palabra dulce, de la verdad, de la justicia, de la paz, los sueños y de la imaginación.
Admiro la dulce locura de los niños y detesto la mentira de la cordura de los adultos.
Quiero creer en la hermandad que profesa conocer a Dios y quiero volver a dibujar personajes bíblicos en las bancas...
Quiero volver a los tiempos cuando uno asistía al Templo por gratitud a Dios y en forma desinteresada, sin esperar la “ansiada prosperidad”…
Quiero dejar vivir más a ese niño que todos llevamos dentro, para valorar lo bueno y lo sencillo que nos rodea, y que los adultos hemos dejado de apreciar.
OH, SIII !!! Quiero volver a ser un visualizado nuevamente... Aunque sea solo por hoy!!!
Cristiano Pentecostal
No hay comentarios:
Publicar un comentario