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Talca, Región del Maule, Chile
Me describo como un tipo común y corriente, sincero, humilde, auténtico, original, carismático, con sentido del humor, etc. Tengo mis ideas súper claras, en resumen creo ser una buena persona que no anda aparentado ser lo que no es. Soy una persona tan común y corriente como cualquiera de ustedes, con las mismas debilidades y errores. Al igual que la mayoría, también me cuesta orar y leer la Biblia, pero siempre hago el esfuerzo por intentar llevar una vida de integridad en obediencia a Dios. Mi vida es el ministerio y el ministerio también es mi vida, no podría separarlos jamás. Yo soy esto, soy un hombre común y corriente que sirve al Señor. La única diferencia con algunos otros, es que lo muestro, nada más. No trato de ser correcto, ni de hacerme el espiritual. En todo caso, soy espiritualmente normal.

martes, 22 de mayo de 2012

Apuntes sobre la influencia socio-política de los evangélicos en Chile


Hace poco realicé un curso on-line con un grupo de estudios argentino, en el cual recibí una buena cantidad de información académica para constatar que la relevancia del mundo Evangélico en América Latina se extiende más allá de la política partidista. En efecto, el mundo evangélico, en sus diferentes vertientes y en diversas geografías, ha crecido de manera exponencial en todo el Cono Sur, y ha pasado a ser un actor relevante en los conflictos y dilemas de la sociedad. Podemos hablar de la existencia de una masa cristiano-evangélica que, en ocasiones, no alcanza a pre-ver la fuerza que puede tener su influencia.

En el caso particular de Chile, ha sido notorio el debate legislativo en torno a leyes que involucran problemáticas de ética y moral. Entre ellas, contamos la discusión por la píldora del día después, el aborto terapéutico, la ley de anti-discriminación, la de acuerdo de vida en pareja (AVP), y muchas otras. En todas estas discusiones hemos visto desperdigadas diferentes voces evangélicas, que coinciden en ensalzar la moral por sobre el libertinaje. Hay divergencias menores entre unos y otros, pero es posible afirmar que en temas de valores, hablamos lo mismo. En el siglo XIX, los primeros misioneros luchaban por la laicización. A fines del XX, los líderes evangélicos lucharon  por la ansiada ley libertad de culto. En el siglo XXI, pareciera ser que el nuevo factor de unificación será la moralcristiana.

La influencia de los líderes evangélicos ha sido suficiente como para considerarlos un actor social relevante al momento de constituir discusiones. Dados estos hechos, tenemos el deber de preguntarnos, ¿qué vendrá después? La participación social de los evangélicos muy a menudo ha sido fruto de la contingencia, y no de un proyecto concreto. Además, un segundo factor que ha dificultado su fuerza es el hecho de que, históricamente, han sido mayoritariamente pastores y obispos los que han presidido las iniciativas, y ¿Dónde estaban los laicos de convicciones? En este siglo se ha dado una creciente proliferación de jóvenes profesionales evangélicos, y opino que ese debe ser el nicho de un posible proyecto emergente.

Todo esto ya nos encamina a pensar que es posible salir de la contingencia, del mero debate mediático, de la intermitencia artificial. Es posible pensar que estamos ante una oportunidad coyuntural única en la historia de nuestro país. En caso de aprovecharla bien, estaríamos preparados para diseñar un proyecto de larga duración.

Luego de estas consideraciones, ¿qué es lo que proponemos? ¿Nos quedaremos únicamente en el trámite de leyes que representen nuestros presupuestos morales? La mayor dificultad que enfrentamos no es el problema del proyecto mismo. Podemos hacerlo, y podemos enfrentar no sólo la creciente a-moralidad de la posmodernidad, sino también desarrollar iniciativas para mostrar que tenemos convicciones sociales y de gobernabilidad. Nuestra dificultad, digo, es que el conglomerado evangélico chileno ha estado históricamente dividido por las luchas teológicas. Pienso esto ha sido una de las principales dificultades para buscar un proyecto homogeneo. En lugar de eso, hemos tenido diversos hermanos participando en partidos políticos de manera independiente durante cien años. Los protestantes chilenos en general tenemos un desafío: dejar las trincheras denominacionales y atomizadas, para generar un movimiento social que no esté subyugado a nuestras discusiones teológicas, sino cimentado en nuestras propuestas sociales. Tal vez, una forma de llamar a la unidad es a través de las convicciones valóricas. ¿Por qué hemos de discutir teología, en el contexto de un proyecto de sociedad?

Durante cien años los evangélicos chilenos hemos sido sistemáticamente instruidos en la idea de que el mundo es opuesto a la iglesia, y que por ello la iglesia debe resguardarse. Esto no sólo nos ha privado de la influencia política, sino también de la social. Pero, ¿por qué no pensar que Dios es superior al mundo, y que la Iglesia tiene una respuesta concreta a las problemáticas de la sociedad? Los protestantes siempre han apelado a la labor política como una opción para cristianizar la cultura, sobre todo la occidental; todo evangélico medianamente culto lo sabe. Entendemos que en el ámbito de laayuda social la iglesia evangélica ha hecho notables aportes, pero: ¿por qué quedarnos solamente con eso? El compromiso cristiano va mucho más allá.

Estas son algunas consideraciones preliminares para que reflexionemos en conjunto –los que reflexionamos-, acerca del rol de la Iglesia Evangélica en Chile. Podemos seguir con el mismo sistema atomizado y excluyente, perpetuando nuestras disputas eclesiásticas, o escoger por la unidad valórica e intelectual que nos permitiría articular una propuesta concreta que no se ajuste únicamente a la miserable contingencia.

No espero críticas negativas. Espero que construyamos juntos una propuesta amparada en nuestros principios bíblicos y teológicos. No esperemos unidad de denominaciones en concilios añejos; busquemos la unidad en un pensamiento cristiano de reforma nacional, social, intelectual, cultural y educacional, los laicos: los que conformamos la iglesia de todos los días.

Luis Aranguiz K.

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