El debate empezó cuando algunos evangélicos dijeron: “se están burlando de nosotros”.
Entonces se produjo una serie de denuncias por este programa a la CNTV, señalando que las Iluminadas se burlan de la cultura evangélica. Se dijo que estaban provocando el bullyng a personas evangélicas, y entonces se abrió una discusión que se está difundiendo en muchos programas de la televisión abierta.
Quiero centrarme en el concepto “Iluminadas”. Estoy de acuerdo con mis hermanos en que se trata de un show que caricaturiza muchos elementos de la cultura evangélica chilena. Pero quiero purificar el concepto. No caricaturizan “lo evangélico”, sino solamente “lo pentecostal”. Las Iluminadas son una respuesta mediático-cultural al pentecostalismo, ¿por qué? ¿Es sólo una burla, y nada más?
Quiero dejar de lado los efectos de este show, para enfocarme en la razón de su existencia. Y la razón que veo, es que los pentecostales han poblado el imaginario religioso de Chile desde sus propios comienzos. El propio Willis Hoover en 1909 fue víctima de la burla y el escarnio público en los medios de comunicación de su tiempo. El avivamiento se registró en diversos diarios que lo ridiculizaron delante de todo Valparaíso, por las extrañas manifestaciones que se veían. Un primer punto a considerar, entonces, es que no estamos frente a nada nuevo. Un segundo punto, es que Hoover no reaccionó de manera negativa, sino que aceptó la burla como parte del proceso de consolidación. A juzgar por sus escritos, parece que consideraba la burla como un impulso más para seguir adelante con fuerzas renovadas.
La cultura pentecostal chilena es tierra fértil para la burla, porque las manifestaciones espirituales que propicia son desconocidas para el público. Un pentecostal que ve a una persona danzando o hablando en lenguas la entiende porque está acostumbrado a eso, y además tiene su Biblia para afirmar que aquello es normal. Pero una persona que nunca ha visitado una iglesia, y de pronto se encuentra con eso, sólo puede tener dos reacciones ante tan extraño evento: asustarse, o reír. Y efectivamente, pienso que esto sucede con las Iluminadas. Están riéndose del pentecostalismo sencillamente porque no lo conocen. Y a diferencia de cien años atrás, tienen la televisión a su disposición para montar la burla.
¿y qué pasa con los pentecostales?
De partida, el pentecostalismo ha moldeado lo que se entiende por ser “evangélico” en Chile, y sabemos por las estadísticas que el número de pentecostales en relación al resto de los evangélicos es de un 80%, lo cual significa básicamente que son la mayoría dentro del segmento religioso. Un chileno promedio que escucha el concepto “evangélico”, no va a remitirse a iglesias como la presbiteriana, luterana, aliancista, bautista… va a pensar de inmediato en el punto de predicación que lo despierta a las 9 de la mañana del domingo o en los diversos predicadores de plaza de armas. Va a pensar en una guitarra, una mandolina; en una señora con falda, y en un caballero con terno y corbata ajustada al cuello.
Así, el mundo evangélico en Chile está nuevamente dividido. Por una parte, los pentecostales dicen “este show se burla de la iglesia evangélica”, pero las iglesias evangélicas con creencias no pentecostales dicen “de mi no se están burlando”. Y es entonces que se produce el problema de las mayorías y minorías dentro de nuestro propio núcleo. Los evangélicos no pentecostales critican con aspereza el accionar de los pentecostales y señalan que es mejor apagar la tele y listo, y en cierto modo tienen razón.
Pero los pentecostales no pueden soportar la burla, porque les han tocado lo que es más sagrado para ellos. El pentecostalismo chileno se define a sí mismo a través de las manifestaciones carismáticas originadas por el mismo Dios. Es como si le quemaran el Corán al musulmán y lo mostraran en la televisión como un chiste en un programa que realmente parece una cloaca, en palabras de las Iluminadas. Es como tirar lo divino a un foso séptico.
Creo que el problema central de los pentecostales acerca de este tema está en el discurso, y nada más que eso. El discurso es poco articulado, se confunde entre sus ideas, y le achaco la culpa a una historia de cien años, cien largos años en que los pentecostales se negaron a pensar, a construir pensamiento; y ese error, horrible error, le ha pasado la cuenta a esta generación. No hemos sabidodar razón de nuestra fe, como habría dicho Pedro en su primera carta.
Este conflicto, bien encaminado, servirá para eso; es una lección para empezar a trabajar en un discurso sólido, que sepa hablarle al mundo acerca de lo que creemos sin temor a las cámaras, pero también con respeto y altura de miras. Las Iluminadas es una foto de la punta de un iceberg enorme que los pentecostales siempre han tratado de esconder: el escapismo del mundo. Esto es una propuesta: una cultura que le lanzó un desafío a un pueblo, para que ese pueblo aprenda a hablar, a pensar, y a reflexionar en el más profundo sentido de esa palabra: mirarse a sí mismo sin temor del otro, y conocerse para darse a conocer.
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