Cinco cosas que
deben desaparecer de las iglesias pentecostales
Por: José Daniel Montañez, D.Min.
Todos tenemos la responsabilidad de contribuir a la edificación de iglesias saludables. Jesucristo nos ha invitado a ser sus colaboradores en el ministerio. Según hemos sido formados y nutridos por Dios, a través de la iglesia, también tenemos la obligación de fomentar el bienestar espiritual del Cuerpo del que somos parte. Por eso, comparto cinco cosas que deben desaparecer de las iglesias pentecostales para que seamos iglesias más saludables.
Sermones
sin contenido bíblico –
La predicación dinámica y la entrega con gran pasión deben ser gobernadas por
el imperativo del contenido bíblico. Sin la exposición, interpretación y
aplicación adecuada del texto bíblico, la predicación puede ser emocionante
pero sin trascendencia. Se puede volver un instrumento de manipulación y hasta
servir para la glorificación del exponente. Solo la Palabra de Dios tiene el
poder de transformar y traer vida. ¡Confiemos en su eficacia!
Fingimiento
de la manifestación del Espíritu Santo – La presencia del Espíritu en la
iglesia es una promesa cumplida y sus manifestaciones son muchas y muy
diversas. Siendo que el Espíritu es invisible, anhelamos maneras tangibles de
percibir su presencia. Cuando esas manifestaciones no se dan, de modo que
llenen expectativas previas, existe la tendencia a forzar o hasta fingir tal
manifestación. Esto, no solo es engañoso sino que es un pobre sustituto de la
verdadera experiencia pentecostal. Tales expectativas deben rendirse al
Espíritu para que su presencia autentica sople y haya genuina edificación.
Sentimiento
anti-educacional–
Este sentimiento parece ser producto del temor a lo desconocido y se acentúa
por una visión limitada de la obra de Dios en el mundo. El rechazo a la
educación tiene distintas manifestaciones y algunas son muy sutiles. El énfasis
en la inminente venida del Señor o en la necesidad urgente de obreros para la
mies hace que la formación bíblica, teológica, ministerial y/o profesional
descienda en prioridad. También, los pocos recursos asignados por las iglesias
y denominaciones a los programas de educación nublan la importancia de este
imperativo. Aunque esto ha venido cambiando, es necesario seguir avanzando.
Énfasis
en la apariencia exterior –
Por muchos años, el cambio en apariencia externa ha sido visto como el
resultado inminente de una transformación interior. Aunque esto puede ser
cierto en algunos casos, la generalización nos puede llevar a un gran error.
Hay gente que cambia su manera de vestir y de peinarse pero su corazón y su
mente no han cambiado. Es más fácil afeitarse la barba y cortarse el cabello
que someter la vida a la voluntad de Dios. Una vez más, hacer hincapié en los
que podemos ver nos lleva al mal juicio. Por lo tanto, el énfasis debe ser en
la urgente prioridad de que cada persona reciba de Dios un cambio real y
trascendente.
Separatismo del cuerpo de Cristo – El falso sentido de superioridad espiritual lleva a considerar a otros hermanos y hermanas en Cristo inferiores en la fe. Se piensa que ellos no tienen el evangelio completo, son fríos o están muertos. Como resultado, solo lo que tiene el sello de “pentecostal” es aceptable. Esto fomenta una gran división en el Cuerpo de Cristo. Aunque esto puede ser históricamente la reacción al desprecio que recibió el movimiento pentecostal en sus comienzos, es tiempo de sanar y de madurar. El desafío es a ser proactivos y ver más allá de nuestro propio campamento. Dios está haciendo cosas maravillosas en medio de su pueblo. ¡A unidad nos ha llamado el Señor!
En los 36
años que llevo predicando el evangelio nunca he estado más entusiasmado al ver
lo que Dios está haciendo entre las nuevas generaciones de pentecostales y de
otras tradiciones cristianas. Hoy, nos toca a creyentes, líderes y pastores
hacer nuestra humilde contribución para que nuestro movimiento se mantenga
real, efectivo, y relevante para las generaciones emergentes hasta la venida
del Señor.
Cinco cosas que NO deben desaparecer de las
iglesias pentecostales
Por: José Daniel Montañez,
D.Min.
Cada
tradición cristiana tiene ciertas características peculiares. Aunque éstas, a
veces, no son exclusivas de un movimiento específico, sí toman un carácter
distintivo que viene a ser parte de la identidad de esa comunidad. Según las
iglesias siguen su proceso de transformación, algunos de estos rasgos van
siendo arrasados por nuevas corrientes. Estas, con ímpetu, arrastran a la comunidad
de fe por caminos de alto riesgo y peligro inminente. Por eso, comparto cinco
cosas que NO deben desaparecer de las iglesia pentecostales para articular
algunos de esos distintivos que no se deben desvanecer.
1-
El amor por la Palabra de Dios - Esto comienza con un entendimiento de la Biblia como
revelación de Dios, palabra inspirada e infalible. Por lo tanto, es fuente de
autoridad. Ante esta comprensión, la comunidad de creyentes responde con
gratitud, reverencia y un sincero deseo de hacer de la Biblia parte de su
cotidianidad. Por eso, la iglesia pentecostal, ha enfatizado la lectura
devocional, el estudio bíblico y la memorización de las escrituras. La lectura
del texto bíblico en el culto público debe resaltar. La frase “la Biblia dice”
debe rescatarse y cincelar el vocabulario de cada creyente pentecostal.
2- La participación del pueblo en
la vida de la iglesia - Según el culto público se va
transformando, a veces, con la buena intención de ofrecer una experiencia de
adoración de excelencia, se corre el riesgo de limitar la participación a unos
pocos cualificados. Esto puede convertir a la mayoría de la congregación en
espectadores de un buen espectáculo. Originalmente, el culto pentecostal era un
laboratorio donde hombres, mujeres, jóvenes y niños desarrollaban sus talentos
ante la audiencia amorosa y comprensiva de la familia de la fe. Según la
tecnología avanza y aspectos del culto se han hecho más complejos, es
importante crear espacios significativos donde el pueblo sea participante
activo y pueda hacer su valiosa contribución a la vida de la iglesia.
3- La práctica de las disciplinas
espirituales - Para un amplio entendimiento de este tema,
sugiero el libro, Introducción
a las disciplinas espirituales (AETH), del educador
pentecostal, Roberto A. Rivera, Ph.D.
De entre las
disciplinas espirituales, la tradición pentecostal ha exaltado la oración y el
ayuno. Los intensos servicios de oración en los templos –con las luces apagadas
en ciertas congregaciones-, la oración por los enfermos, los retiros
espirituales, las vigilias de toda la noche, y las campañas de ayuno y oración
han sido rasgos bien marcados del movimiento. Hoy, las muchas ocupaciones, el
énfasis en la prosperidad material, y el enfoque en presentar una imagen
pública exitosa amenazan contra los fundamentos esenciales para una fe
saludable. Tal como la salud física es condicionada por la disciplina en la
alimentación y el ejercicio, también la salud de la iglesia requiere la
ejercitación constante de las disciplinas espirituales.
4- La pasión por la evangelización
- La propagación de las buenas nuevas, en el movimiento
pentecostal, no es opcional. Aunque hay quienes puedan verla como proselitismo,
para los pentecostales, es el cumplimiento de la “gran comisión”. Compartir el
evangelio con pasión “en el poder del Espíritu” es obedecer un mandamiento que
ha sido medular en la expansión sin precedente del evangelio por todo el mundo.
Esto se ha hecho a través del evangelismo personal, campañas evangelísticas en
templos o al aire libre, enviando misioneros, y de tantas otras maneras. Tal
fervor no debe rendirse ante el cansancio religioso o el cuestionamiento
dialéctico. Hoy, en medio de la sociedad posmoderna, la cual rechaza las
verdades absolutas, las iglesias pentecostales deben continuar afirmando con
vehemencia que Jesucristo es el único Salvador. Aunque los medios de
diseminación y comunicación siguen en proceso de cambio continuo, el fervor
evangelístico no debe desfallecer.
5- El compromiso con la
integración de la gente pobre y al margen de la sociedad - El
testimonio del movimiento pentecostal ha ido más allá de suplir ayuda a los
marginados y los pobres. En el pasado, ya fuera por lo limitado de sus recursos
económicos o por su interpretación apocalíptica, las iglesias pentecostales, no
se destacaban por la creación de grandes actos de caridad social. Sin embargo,
el movimiento ha tenido la capacidad de integrar en sus filas a personas de
menos atractivo a otras tradiciones protestantes. Esto ha hecho que su mensaje
y su praxis sea popular entre la gente de escasos recursos materiales. Hoy, el
panorama va cambiando y los ejes de poder parece que se voltean. El gobierno,
los políticos y los que ostentan el poder social ven el potencial del
movimiento y se acercan con propuestas deslumbrantes. Tal atención es seductora
para quienes comenzaron en el margen y ahora anhelan disfrutar, aunque sea
temporalmente, de las ofertas de los más acaudalados a cambio del atropello de
valores fundamentales. El tiempo que vivimos demanda una definición categórica
de con quién será el compromiso de las iglesias pentecostales en el siglo 21.
¡Sigamos el ejemplo de Jesús!
En mis
cinco décadas de peregrinaje en el movimiento pentecostal he visto muchos
cambios, tendencias y transformaciones. No tengo duda que, como en otras
tradiciones, los procesos de renovación o decaimiento seguirán su curso. Sin
embargo, al ver el mover de Dios en las nuevas generaciones me siento inspirado
y motivado. Hay cosas que tienen que cambiar y otras que deben desaparecer. Así
como hay aquellas que se deben cepillar y abrillantar. ¡Es tiempo de refinar lo
bueno para que sea mejor!
José Daniel
Montañez es Lead Pastor, Central Church of God / Iglesia de Dios
Central, San Antonio, Texas
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