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Talca, Región del Maule, Chile
Me describo como un tipo común y corriente, sincero, humilde, auténtico, original, carismático, con sentido del humor, etc. Tengo mis ideas súper claras, en resumen creo ser una buena persona que no anda aparentado ser lo que no es. Soy una persona tan común y corriente como cualquiera de ustedes, con las mismas debilidades y errores. Al igual que la mayoría, también me cuesta orar y leer la Biblia, pero siempre hago el esfuerzo por intentar llevar una vida de integridad en obediencia a Dios. Mi vida es el ministerio y el ministerio también es mi vida, no podría separarlos jamás. Yo soy esto, soy un hombre común y corriente que sirve al Señor. La única diferencia con algunos otros, es que lo muestro, nada más. No trato de ser correcto, ni de hacerme el espiritual. En todo caso, soy espiritualmente normal.

jueves, 6 de octubre de 2011

La Duda y la Incredulidad: "Los nuevos baales post-modernos."


Al leer el libro de Jueces nos encontramos una y otra vez, con estas palabras: “Y los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor, y sirvieron a Baal… y Dios, en su furor, los vendió en las manos de sus enemigos.” En Jueces 10, vemos al pueblo de Dios admitiendo su pecado: “Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová, diciendo: Nosotros hemos pecado contra ti; porque hemos dejado a nuestro Dios, y servido a los baales.” (Jueces 10:10).

Y surge la pregunta, como un pueblo que vio rayos y truenos en el monte Sinaí, que Dios mismo los dirigía por el desierto, que habitaba figurativamente en el Tabernáculo, como podía caer una y otra vez en la idolatría.

El problema de Israel es que luchaban contra sus propias raíces, su perspectiva del mundo. Ellos creían en Dios, en el Dios nacional, en el que esta en los cielos, que mora en lugar Santísimo. Pero para todos tenían que lidiar con problemas cotidianos y por ende debía ser tratado a escala pequeña. Para que abusar de la bondad del Dios Todopoderoso, si para solucionar estos pequeños problemas tenemos a estos pequeños dioses. Es como decir: “Al Presidente no le interesara los problemas básicos de mi casa, dejémosle que se ocupe de los problemas nacionales”, esa misma mentalidad había en el pueblo de Israel. Baal solucionaba ese vacío que existía, como era difícil acceder a Dios, los israelitas tomaron las costumbres de los cananeos y adoraron a Baal.

Pero en la actualidad, no estamos ajenos a estos baales, somos una generación individualista, consumista y hedonistas, atados al placer de la vida.  Pero el arma más letal es la duda y la incredulidad que están ejerciendo su peligrosa influencia sobre la mente y muchos están substituyendo la fe en Dios con las teorías humanas. Estamos en un mundo donde esta exaltando el razonamiento humano por encima de la Palabra, dejando sin efecto el modelo de justicia divino.

Según la RAE la palabra duda significa: “Vacilación del ánimo respecto a las creencias religiosas.” e incredulidad alude a la: “Repugnancia o dificultad en creer algo.”

La misión de Baal en la antigüedad era robar a Dios toda adoración, por lo tanto el pueblo ya no tenia deposita la confianza en Él. Increíblemente, esta gente estaban sacrificando bebés, derramando sangre inocente, volviéndose sensuales y adictos al placer. Su pecado le trajo tristeza, desastre económico, terrorismo de sus enemigos, e incertidumbre. El hecho es que Dios ya no los estaba protegiendo. Como resultado, un desastre detrás de otro cayó sobre ellos.

Pero Baal sigue siendo un ídolo en la actualidad. Sin lugar a dudas, la incredulidad es un ídolo.  Pues, te dobla en sumisión a su poder y te abre tu alma a toda clase de maldad. En efecto, el versículo que vemos repetido a través de Jueces — “Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová” — no se refiere a un pecado grotesco, sino a la incredulidad del pueblo.

En Ezequiel 8, el Espíritu Santo tomó al profeta Ezequiel en un viaje visionario al Santuario Santo. Allí Él le reveló al profeta cuatro abominaciones deplorables que el pueblo de Dios estaba cometiendo, entonces, Él le mostró a Ezequiel una abominación aún más grande: “Y me dijo: Hijo de hombre, cava ahora en la pared. Y cavé en la pared, y he aquí una puerta. Me dijo luego: Entra, y ve las malvadas abominaciones que estos hacen allí. Entré, pues, y miré;…” (Ezequiel 8:8-10).

Lo que Ezequiel vio lo horrorizó. Las paredes de la habitación estaban llenas de pinturas de “toda forma de reptiles y bestias abominables; y todos los ídolos de la casa de Israel,…” (8:10). Frente a estas paredes habían setenta ancianos de Israel, moviendo incensarios. Ellos estaban adorando al espíritu detrás de las pinturas.

El Espíritu Santo le dijo a Ezequiel que esta escena revelaba lo que estaba llenando las mentes de los ancianos de Israel. Y esto es lo que estos hombres pensaban: “No nos ve Jehová; Jehová ha abandonado la tierra.” (8:12).

En este versículo podemos ver claramente que el espíritu de Baal fue plenamente descubierto, ya que através de una visión dada por el Espíritu Santo, Ezequiel vio de primera mano como este espíritu levanta un altar en la mente de una persona y toma control. Como resultado, los líderes de Israel descartaron el cuidado de Dios por ellos:: “¿Dónde está Dios? Nuestras oraciones no son contestadas. No vemos ninguna evidencia de que él está obrando por nosotros. El Señor nos ha abandonado.”

Satanás había cumplido su única y primordial misión: implantar en las mentes de creyentes que Dios no es quien la Biblia dice que es y te hace pensar que Dios no escucha tus oraciones, que él no cumple sus promesas. El espíritu de Baal siempre está presente junto a la cama de un niño moribundo o un familiar enfermo. Mientras observamos el sufrimiento de nuestro ser querido, nos preguntamos acerca de los propósitos de Dios, y de repente, un temor es inyectado en nuestra mente. Después, cuando la muerte azota, esa semilla de duda es regada y pronto nos encontramos preguntando: “¿Cómo un Dios amante puede permitir que esto pase?”

El profeta Jeremías describe la incredulidad como pecado “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová… Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.” (17:5, 7).

No importa lo que enfrentemos—penuria, tragedia, enfermedad, pobreza, tentación—la promesa de nuestro Padre es verdadera: “Yo estoy contigo.” En todas nuestras pruebas, especialmente mientras somos inundados y abrumados, debemos asirnos a esta palabra. Debemos clamar en fe: “Yo se que estás conmigo, Señor. Y si tú estás conmigo, ¿quién contra mí?”

La apostasía que prevalece en nuestros días es muy similar a la que se había extendido en Israel en los días del profeta. Al exaltar lo humano sobre lo divino, al adular a los dirigentes populares, al rendir culto al dinero y al colocar las enseñanzas de la ciencia por encima de las verdades reveladas, multitudes están siguiendo a Baal. El enemigo de toda verdad está obrando con todo su poder engañoso para que hombres y mujeres coloquen instituciones humanas donde debieran estar las divinas, y dejen de lado lo que fue ordenado por Dios para la salvación y la felicidad de la humanidad.

Pero la apostasía, aunque muy extendida, no es universal. No todos en este mundo viven en pecado y traspasan la ley; no todos se han puesto del lado del enemigo. Dios tiene muchos miles que no han doblado sus rodillas ante Baal; muchos que anhelan conocer más acerca de Cristo y de su ley; muchos que están esperando que Cristo regrese para acabar con el reino del pecado y de la muerte. Y también hay muchos que adoran a Baal por ignorancia, en quienes el Espíritu de Dios trabaja para rescatarlos.

Trascrito por Luis José

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