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Talca, Región del Maule, Chile
Me describo como un tipo común y corriente, sincero, humilde, auténtico, original, carismático, con sentido del humor, etc. Tengo mis ideas súper claras, en resumen creo ser una buena persona que no anda aparentado ser lo que no es. Soy una persona tan común y corriente como cualquiera de ustedes, con las mismas debilidades y errores. Al igual que la mayoría, también me cuesta orar y leer la Biblia, pero siempre hago el esfuerzo por intentar llevar una vida de integridad en obediencia a Dios. Mi vida es el ministerio y el ministerio también es mi vida, no podría separarlos jamás. Yo soy esto, soy un hombre común y corriente que sirve al Señor. La única diferencia con algunos otros, es que lo muestro, nada más. No trato de ser correcto, ni de hacerme el espiritual. En todo caso, soy espiritualmente normal.

jueves, 6 de octubre de 2011

La injusticia de un Lutero rebelde


Hasta hace bien poco, señores licenciados y doctores en Ética Cívica, en Geografía e Historia, en  Derecho, en Pedagogía, etc. Etc., a quienes les cuadra aquellas descripción que hizo Thomas M’ Crie de algunos historiadores católicos de su época: “esclavos del prejuicio y de la credulidad”, protegidos por la mala fe nacional y la indolencia intelectual, en insospechados textos de Ciencias Sociales –no específicamen
te religiosos- abordaban el caso Lutero y la Reforma protestante como un hecho de rebeldía e indisciplina por motivos de la escandalosa venta de indulgencias. Lo de escandalosa lo decimos nosotros y creemos tener el apoyo de los propios implicados y sus promotores. Con la etiqueta de rebeldía y el fácil recurso a la soberbia de Lutero se despachaba cómodamente toda la problemática suscitada por la Reforma.



Cierto que desde los estudios de Josef Lortz los católicos han progresado en su actitud de mayor aceptación, respeto y compresión de Lutero y la Reforma, pero es cierto también que mientras la comunidad de teólogos católicos se ha abierto comprensivamente a la Reforma –dada su actitud histórica y de especialización teológica- un número considerable de presiónales católicos siguen anclados en conceptos y valoraciones aprendido durante la época mas rabiosamente antiprotestante, sin haberse molestado en conocer lo que su propia Iglesia enseña actualmente. Es la inercia del funcionario que muchos intelectuales llevan dentro. Como quiera que los mitos tardan en morir, se resisten a cambios y reajustes sociales, conviene meditar un poco en esa imagen distorsionada de un Lutero rebelde, para salir al frente, no del mundo académico serio, sino de la generalidad de las personas medianamente cultas.

No nos enfrentamos a una confusión por falta de material informativo, sino de prejuicios seculares fuertemente implantados en la cultura hispánica, para la cual el protestantismo es su principal antagonista y más mortal adversario. Lo expresa muy bien Pedro R. Santidrián al ofrecernos la imagen que de Lutero se tiene en España: “El problema “Lutero” se ha presentado a los españoles con toda la fuerza explosiva de una amenaza “a nuestra unidad nacional y religiosa”. Desde el principio, Lutero incide en nuestra manera tradicional de entender la fe y de ser español. La figura del reformador se nos presenta como perturbador incómoda de nuestra fe y también de nuestra “esencia nacional”. Es el oponente de Santa Teresa, San Ignacio, Felipe II y otros representantes máximos de la raza. Todo intento de cambiar la imagen de Lutero entre nosotros ha resultado inútil. Cada español tiene ya una imagen del reformador entre el desprecio y el odio”.

Por tanto, ante la delicada situación de un tema que toca más fibras emocionales que intelectuales, conviene armarse de ciertas precauciones. La primera, con el fin de evitar inútiles acusaciones de parcialidad, consiste en recurrir a personajes no sospechosos de partidismo, para ello podemos referirnos a Ricardo García-Villoslada, jesuita y autor de una abultada biografía de Lutero en línea tradicionalista. Cuando el Dr. García-Villoslada se para a enjuiciar el acto del reformador de clavar 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg nos aclara: “aquella disputa no era sino del tipo de las otras; quizá la podríamos comparar más bien la invitación de Pico de la Mirándola a disputar  as famosas 900 tesis de omni re scibili en un congreso científico que tanpoco tuvo lugar. El deseo de fray Martín era de conferir de palabra o por escrito con algunos teólogos de fuera o de dentro de Wittemberg”.

Clavar las 95 tesis en la puerta de la Iglesia de Witterber no tenia nada de rebeldía, era el proceso normal de la época para airear uno de sus ideas u opiniones. Téngase en cuenta que en aquellos días existía la imprenta pero no la prensa, el diario, el periódico. Todos los diarios tienen una sección de cartas al director para replicas y aclaraciones. Nadie llama rebelde al que protesta utilizando esos canales. Pues bien, las puertas de las iglesias servían a las mil maravillas de periódico local y regional, hasta nacional, como era el caso de las iglesias famosas por sus reliquias milagrosas, y la de Wittenberg era una de ellas, gracias a los esfuerzos del príncipe elector Federico, que había reunido una buena colección de reliquias. En la actualidad las iglesias tienen lo que se llama tablón de anuncios, allí el sacerdote o el pastor puede poner lo que consideren relevante para su congregación.

Lutero era un teólogo con alma de pastor, responsable de la salud espiritual de las personas confiadas a su cuidado docente y pastoral, con reservas considerables de humildad personal.

Haberse callado en aquel momento de confusión, teniendo a las puertas al vocinglero de Teztel vendiendo el paraíso eterno a cambio de unos monedas, hubiera sido un acto de traición imperdonable. No podía callar sin ser cómplice de semejante engaño espiritual, moral y económico. Supongamos una ciudad cualquiera donde acude un parlanchín, un vendedor de curas milagrosas. Con él trae certificados de varios colegios médicos y de un doctor de prestigio, pero alguien sabe que todo eso es un montaje, una pura farsa. La gente, en su ignorancia, compra hasta el punto de la ruina con tal de conseguir esa falsa medicina, ese placebo curalotodo. El médico que sospechara la farsa, ¿no pasaría por cobarde ante la comunidad de haberse mantenido en silencio y así evitado problemas e inconvenientes personales? Es la salida fácil, tan a mano de los espíritus pusilánimes y cómplices indirectos de todo tipo de injusticia. Pero Lutero era demasiado honesto para seguir ese camino rastrero. ¿Fue rebelde por hablar? Años después, él mismo, cuenta las angustias que tuvo que pasar por haber tomado esa decisión y mantenido en ella. Pero habló y no calló, es decir no traicionó el Evangelio ni el puesto cuya responsabilidad le fue confiada. No es extraño, pues que los alemanes le sigan profesando una admiración como a pocos.

Si, por otra parte, tenemos en cuenta el hecho de que las tesis fueron redactadas en latín y no en el lenguaje del pueblo, vendremos a concluir que las tesis estaban dirigidas a sus colegas doctores en teología, y entonces la figura mítica del Lutero rebelde, rebelde sí, pero con la aureola del revolucionario, se nos disminuye un poco. “Lutero de ningún modo quiere aparecer como revolucionario”, antes bien como hijo dócil de la Iglesia, preocupado por su verdad y pureza.
En el mismo texto escolar al que antes hice referencia se dice que “el papa lo invitó a arrepentirse”, pero en su rebelde soberbia se negó a ello. Imagino que lo de invitarle es un eufemismo para referirse al desinterés mostrado por el papa León X por el asunto. Por otra pare, no se trataba de llamar a nadie al arrepentimiento. El propósito formal de la tesis, de acuerdo a la costumbre de la época, era la discusión docta y la argumentación académica. El arrepentimiento podría venir después, caso de demostrarse el error y la ilegalidad de la acción llevada a cabo. Así eran las cosas cuando no existía prensa libre ni otro medio de opinión y comunicación social. Podemos decir con toda seguridad que Lutero no recibió el trato que se merecía. Lo más que consiguió fue una entrevista con el cardenal Cayetano, el cual “negándose a discutir pidió una retractación pura y simple”.

¿Se puede acusar a Lutero de rebeldía y descargar sobre él la culpa de la fragmentación de la Cristiandad? O dicho con otras palabras, ¿no hubiera sido posible realizar la Reforma manteniendo la unidad de la Iglesia? Dejemos que responsa un miembro de la parte que se considera agraviada, el Dr Heinrich Fries, profesor de teología católica en las Universidades de Tubinga y Muich. “A la objeción de por qué se puso Lutero en contra de la vieja Iglesia y por qué acabó finalmente separándose de ella, puede responderse que fue tal vez la Iglesia quien le empujó a salir y quien le abandonó a merced de su propio destino. Al final no le quedó a Lutero otra cosa que escoger entre la hoguera o la protesta pública”. A la luz de estas contribuciones llegamos a advertir una vez más que el fenómeno de la Reforma pertenece al misterio de al fe, es un problema cristiano.

Tampoco debemos olvidar otro aspecto de la vida de Lutero y es que desde que decidió seguir su camino en oposición a Roma, una vez que Roma se le había opuesto arbitrariamente, vivió con la bula de la excomunión pendiendo sobre su cabeza, como un arma  mortal que en cualquier momento podía y era deber de todo fiel católico utilizar contra él. Para apreciar su experiencia, hoy tan lejana y ajena a nuestras vidas, baste recapacitar en el caso contemporáneo del escritor británico Salman Rusdhie, autor de los Versos satánicos. No habrá fiel musulmán que no considere su labor más sagrada quitar la vida de Rusdhie si la ocasión se presentara. Por más protegido que se encuentre, un día, cuando menos lo espere, Rusdhie puede encontrar la muerte violenta a manos de sus ofendidos hermanos de fe. No importa los años que viva, los gobiernos que le sucedan, hasta el día de su muerte, sea ésa natural o provocada, el vivirá bajo la constante amenaza de sentencia de muerte. Esa misma fue la situación que Lutero toda su vida. No se trata de una suposición gratuita, un caso hipotético. Para confirmarlo, en España  tenemos el caso patético de los hermanos Juan y Alfonso Díaz, Juan, católico, buscó a su hermano convertido al protestantismo y huido en el extranjero para salvar su vida, cuando al final supo su paradero, fingiendo haberse convertido él mismo a la fe de su desprevenido hermano Alfonso, halló ése la muerte a sangre fría a manos de su propio hermano. Aquel asesinato recibió la aprobación de todo el orbe católico. Por desgracia no fue el único caso.

Fue el escritor francés Paul Claudel quien escribió una frase tan significativa e importante como esta: “De ningún santo se ha escrito que tuviera que venir. Lutero, en cambio, tuvo que venir” (El zapato de satén). Lutero era necesario, tenía que venir, muy pocos otros personajes comparten este raro privilegio en la historia. Lutero viene a ser, pues, el centro y epítome de la Reforma, ese problema cristiano como necesidad de hacer visible el punto central de Evangelio: la justificación del pecador mediante la fe sola: “Se alza la figura de Martín Lutero, verdadero apóstol de la fe tanto en teoría teológica como en la práctica pastoral. Del mismo modo que san Pablo proclamó dicha fe con cabal claridad ante el pequeño grupo de cristianos corintios, fue Lutero el encargado en su generación de lanzar una tabla de salvación a príncipes y campesinos, estudiantes y ciudadanos. Es más, no obstante la enorme oposición de toda una galería de autoridades terrenales, el reformador de Wittemberg pidió de la incredulidad de su rebaño que le siguen hasta las puertas mismas de la  muerte”.

Alfonso Ropero

Trascrito po Luis Jose

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