Mi foto
Talca, Región del Maule, Chile
Me describo como un tipo común y corriente, sincero, humilde, auténtico, original, carismático, con sentido del humor, etc. Tengo mis ideas súper claras, en resumen creo ser una buena persona que no anda aparentado ser lo que no es. Soy una persona tan común y corriente como cualquiera de ustedes, con las mismas debilidades y errores. Al igual que la mayoría, también me cuesta orar y leer la Biblia, pero siempre hago el esfuerzo por intentar llevar una vida de integridad en obediencia a Dios. Mi vida es el ministerio y el ministerio también es mi vida, no podría separarlos jamás. Yo soy esto, soy un hombre común y corriente que sirve al Señor. La única diferencia con algunos otros, es que lo muestro, nada más. No trato de ser correcto, ni de hacerme el espiritual. En todo caso, soy espiritualmente normal.

lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Somos realmente verdaderos Pentecostales o simplemente Católicos Reformados?

Primero que todo quiero dejar en claro que esto no es un estudio profundo, tampoco un análisis teológico de doctrinas, es solo una opinión sobre un tema que me parece preocupante y que merece un poco más de preocupación. Llevamos cien años de pentecostalismo en Chile, y aun así, tenemos arraigados algunos gérmenes del catolicismo. Por ejemplo tenemos dogmas y tradiciones que no tienen ningún fundamento en la Palabra de Dios, sino en la doctrina católica y que hoy en día las seguimos aplicando como principios de nuestra fe. Al igual que el catolicismo nuestro fundamento doctrinario es derivadas de las Escrituras complementada por la tradición, la experiencia personal y el razonamiento. En teología también somos Arminianos, aunque los pentecostales seguimos esta teología con un énfasis en el perfeccionismo y la santidad. A continuación presentaré algunos puntos en los cuales planteo de forma superficial, sin una profundidad teológica, para que nos demos cuenta de algunas falencias. Pero que obviamente haciendo un análisis más profundo podremos observar realmente lo erróneo de dichos dogmas.

a) La Inquisición Pentecostal:

La Inquisición fue establecida, como un instrumento para acabar con la herejía. Se exigía a los obispos que interviniesen activamente para extirpar la herejía y se les otorgaba la potestad de juzgar y condenar a los herejes de su diócesis. Su principal tarea fue desmantelar y atacar a las organizaciones, corrientes de pensamiento y posturas religiosas que socavaran la integridad de la fe católica, y examinar y proscribir los libros que se considerasen ofensivos para la ortodoxia.

La inquisición Pentecostal se sustenta en dos versículos bíblicos, en Romanos 13:1  y en 1° Juan 2:19, El primero habla sobre el “sometimiento” y el segundo sobre al “permanencia”. Esta costumbre a ocasionado los principales quiebres denominaciones. La principal causa de divisiones en las iglesias pentecostales, no son problemas doctrinales, sino conflictos  y diferencias irreconciliables en la cúpula.

La Iglesia no tiene holgura ética, existe la tendencia a expulsar a la gente talentosa, a aquellos jóvenes intelectuales que por pensar “diferente” son acusados de rebeldes y anarquistas.  La falta de tolerancia, la incapacidad de resolver conflictos, el uso de la coercitividad  como medio de censura, terminarán por fomentar los más grandes escándalos del futuro.

b) Las Indulgencias de la Prosperidad:

La indulgencia en el catolicismo consistía en la cual ciertas consecuencias del pecado (la pena temporal del mismo), pueden ser objeto de una remisión o "indulgencia" (del latín indulgentia: bondad, benevolencia, gracia, remisión, favor) concedida por determinados representantes de la Iglesia y bajo ciertas condiciones.

En la actualidad, las indulgencias subsisten en la práctica. Muchos vienen a la iglesia a hacer un gran negocio con Dios,  y lamentablemente nos encontramos con los grandes corredores bursátiles, que transforman el Templo de Dios es una Bolsa de Comercio.

"Usted da $1 por causa del evangelio y $100 pertenece a usted, de usted $100 y reciba $1000, de usted $1000 y reciba $100,000. Se que usted sabe multiplicar, pero quiero que usted lo vea en blanco y negro y se de cuneta lo tremendo que es el 100% de recompensa.... De usted una casa y recibirá 100 casas, o de usted el valor de una cas y reciba 100 veces su valor. De usted un avión y recibirá 100 veces más el valor del avión. De uh carro y recibirá de recompensa de carros para toda la vida. En resumen, Marcos 10:30 es un buen negocio" (Copeland 1978, 54).

c) Similitud con la orden Episcopal del Catolicismo:

Al plantear este tema, quiero dejar en claro que esto no es una critica hacia una iglesia en particular o hacia una denominación determinada, solamente que he visto que en el catolicismo está el sacerdote que es quien tiene la última palabra y en el pentecostalismo está el pastor quien igualmente es el que tiene la última palabra en cuanto a la “parroquia” se refiere y la última palabra es la de la denominación en muchos casos y no la de la Biblia.

Existe algunas iglesias que se asimilan al catolicismo, ya que en el catolicismo es prohibido pensar y menos cuestionar. Y los disidentes, se les tilda de hereje y rebelde, ya que pusieron en duda la “infalibilidad” del pastor, pues el no se puede equivocar por que tiene la dirección de Dios. (No discuto que el Siervo de Dios tenga la Unción y la Gracia de Dios, pero si cuestiono la infalibilidad que muchos le atribuyen al pastor.) Últimamente estamos viendo que la inquisición ahora es pentecostal.

En algunas denominaciones pentecostales, la última palabra la tiene el Concilio, como en la iglesia católica la tiene Roma.  También existe similitud entro los arzobispo de la iglesia católica y la posición de “monarca” que tienen algunos pastores del alto clero. En eso se puede ver el trato preferencial que se da en el Concilio a los pastores que se vanaglorian de tener una gran congregación numérica, menospreciándose aquellos que tienen una iglesia pequeña.

d) El Bautismo de los Niños como sacramento:

Según la liturgia de algunas iglesias cristianas, el bautismo de los niños es un santo sacramento, por ejemplo en el ritual de mi iglesia se le menciona textualmente y la cita que se lee, corresponde a San Mateo 10:13-14, de la versión Casiodoro de Reina (1569). ¿Si somos tan celosos, por que no la hemos actualizado a la versión 1960? ¿Hemos revisado meticulosamente el ritual para saber si realmente esta en conformidad con nuestra doctrina?

El origen del Bautismo de los niños proviene de la Iglesia Católica, ya desde el siglo XV, se utiliza la "infusión", que consistía en derramar agua sobre la cabeza del neófito y se acompaña de una invocación sacramental a las tres personas de la Santísima Trinidad. Este rito era muy importante dentro de la comunidad cristiana, ya que con dicho rito se purifican del pecado original y todos los habidos hasta ese momento. Pero el Bautismo de los infantes, nace en la antigüedad, ya que los padres de familia cristianos bautizaron a hijos pequeños porque se estaban muriendo y pensaban que irían al infierno, producto de la mortalidad infantil que era altísima. Hipólito (215 d.C.) y Orígenes (254 d.C.) defienden el bautismo infantil como si fuera una tradición dada por los apóstoles. Cipriano (258 d.C.) encuentra una razón teológica para el bautismo infantil: el pecado original de Adán.

Finalmente lo que comenzó como “bautismos de emergencia” se volvió la práctica regular en la iglesia cuando el Cristianismo se vuelve religión legal (313 d. C.) y luego oficial (391 d.C.) en el Imperio Romano. El Concilio de Cartago, dirigido por Agustín, condena a todo el que rechace el Bautismo Infantil. Martín Lutero daba gran importancia al Bautismo y  creía necesario ministrárselo a los niños aunque lo ordenaba por inmersión  total.

e) La función de la mujer dentro de la Iglesia:

Aunque no lo crean, la marginación de la mujer lo heredamos de la iglesia Católica. San Agustín de Hipona pensaba que la mujer sola por sí misma, no es la imagen de Dios. Para Santo Tomás de Aquino, está de forma natural sujeta al hombre, porque en el hombre predomina la razón.

Esta tendencia a interpretar las Escrituras a través del punto de vista de la filosofía griega alcanzó su máxima expresión con Tomás de Aquino, para quien "la virtud y la dignidad de la mujer es por naturaleza menor que la del varón". Para Aquino, esta carencia intelectual y moral de la mujer es la causa de que esté destinada por naturaleza a vivir bajo la dirección y responsabilidad de un varón y, asimismo, la causa de las tres reglas que el apóstol le manda guardar: silencio, disciplina y sujeción.

Por tanto, el hecho de que durante siglos las mujeres hayan sido relegadas de aquellos ministerios que implicaban el ejercicio de liderazgo, se debe a la influencia que ha ejercido una lectura sesgada de los escritos de Pablo, lectura basada en los supuestos de la filosofía griega y no en la Revelación. Un estudio cuidadoso del Nuevo Testamento demuestra que los ministerios y las posiciones de liderazgo eran ejercidos en función de los dones recibidos y no en función del sexo. Los testimonios acerca de Junia, Priscila, Febe, Evodia, Síntique, Trifena, Trifosa, Pérsida, o la receptora de la segunda epístola de Juan, demuestran que, en la iglesia primitiva, las mujeres tenían acceso a los mismos ministerios que los hombres.


URGENTE NOTICIA: "CASA DE DIOS" HALLA PASTOR ASOCIADO PARA SU MINISTERIO EN GUATEMALA de David Diamond

Famosa Mega Iglesia buscan un CO - Pastor para su Ministerio.

He aqui las conclusiones del informe que la Comision designada presentó a la Asamblea

Escrita por David Diamond: http://facebook.com/dr.david.diamond

ADÁN: Buen hombre, pero tiene problemas con su esposa. Además, tenemos referencias que él y su esposa suelen caminar desnudos en el bosque.

NOÉ: Ex pastor - durante 120 años sin siquiera un solo convertido. Tiene tendencia a proyectos de construcción irrealistas. Uno de sus hijos comenta que tambien ha tenido problemas con la bebida  

ABRAHAM: Aunque nuestras referencias hablan de cierta tendencia al cambio de parejas, los hechos parecen mostrar que él nunca durmió con la mujer de otro, sino que ofreció la suya a otro hombre.  

JOSÉ: Piensa en grande, pero un poco jactancioso, cree en interpretaciones de sueños y tiene antecedentes en prisión.  

MOISÉS: Hombre modesto y humilde, pero un pobre comunicador, llega incluso a tartamudear. En ocasiones irascible y tendiente a actuar apresuradamente. Hay quienes dicen que dejó una iglesia anteriormente por un problema de homicidio.  

DAVID: Candidato muy prometedor hasta que descubrimos el romance que mantuvo con la mujer de su vecino y la forma tan cruel que usó para quitarlo del camino.  

SALOMÓN: Gran predicador, pero nuestro templo no alcanzaría para todas sus esposas.  

ELÍAS: Tendencia a la depresión. Colapsa bajo presión. Especialmente si es amenazado por mujeres.  

ELISEO: Se comenta que vivió durante cierto tiempo en la casa de una viuda y sin aportar para el gasto

OSEAS: Un pastor dulce y amoroso pero nuestra congregación no toleraría la ocupación de su esposa. 

DÉBORA: Líder fuerte y bendecida por el Señor. Desafortunadamente, es mujer. 

JEREMÍAS: Emocionalmente inestable, alarmista, negativo, siempre lamentándose. Se sabe que hizo un largo viaje para lavar sus calzoncillos en un río extranjero. 

ISAÍAS: Un poco extraño, afirma haber visto ángeles en el templo. Tiene problemas de lenguaje. 

JONÁS: Rechazó el llamado del Señor al ministerio hasta que fue forzado a obedecer bajo presión al ser tragado por un gran pez. Nos dijo que, luego el pez lo vomitó en una playa cercana. Se sienta bajo los arbustos y suele mostrar mal genio e irritacion 

AMÓS: No muy civilizado y con modales poco refinados. Con cierto entrenamiento de seminario podría mejorar, pero descartamos la opción luego de saber que no se lleva muy bien con gente rica. Estaría mejor en otra congregación de menores recursos.

MELQUISEDEC: Buenas credenciales en su trabajo actual, pero ¿de dónde viene? No hay información en su hoja de vida sobre trabajos previos. No sabemos quiénes son sus padres o su lugar de origen.

JUAN: Dice ser bautista, pero definitivamente no se viste como uno. Usa un vocabulario muy agresivo. Ha dormido meses al aire libre, tiene una dieta bastante rara y provoca a los líderes denominacionales. 

PEDRO: De nivel social bajo. Tiene mal carácter y lenguaje subido de tono. En ocasiones agrede a los adversarios con su espada. Tuvo una gran pelea con Pablo en Antioquia. Agresivo, ¿peligroso?.

PABLO: Líder de tipo gerencial, además de predicador fascinante. Lamentablemente, falta de tacto, duro con los predicadores jóvenes, y tenemos referencias de ocasiones en que abusa de los horarios y ha predicado toda la noche.

JUAN Y SANTIAGO: Durante cierto tiempo se consideró esta opción de predicador y pastor asociado, pero descubrimos que tienen cierto problemas de ego respecto a otros obreros de la obra y respecto a los lugares asignados a la hora de sentarse. Amenazaron a un pueblo entero luego de ser insultados. Además, se sabe que trataron de desalentar a otros obreros que no trabajaban con ellos. 

TIMOTEO: Demasiado joven.

MATUSALÉN: ¿Viejo? ¡Realmente viejo! 

JESÚS: Ha tenido sus tiempos de popularidad. Incluso una vez su Mega Iglesia llegó a tener 5000 miembros, pero inmediatamente los ofendió con sus palabras al reclamarles que solo asistian a sus cultos para ir a comer los panes y pescados los cuales EL les invitaba al final de cada servicio, y no por compromiso sincero con su extraña doctrina.

Después de airadamente reclamar a sus 5000 asistentes, volvió a quedarse sólo y al mando de su única célula de 12, la cual después, NO logro multiplicar lo cual provocó que fuera descalificado como líder de Iglesia debido a su falta de eficiencia y esfuerzo ministerial para llevar gente a los Encuentros e incapacidad para recolectar fondos para tales eventos.

Para colmo, en su única celula de 12, se presentaron serios inconvenientes con los concurrentes a las mismas, uno de ellos lo negó conocer 3 veces, otro de los miembros, se aprtó de la célula de G -12 por discrepancias económicas en el ministerio. Un problema con el manejo de 30 piezas de plata fue la razón.

Y se sabe además, que también los otros 10 discípulos de la célula, deslindaron responsabilidades y vínculos con JESUS, en el momento de ser demandado penalmente por azotar a los Ungidos del Señor en pleno Templo y a plena luz del día, provocando así, su más reciente escándalo ministerial con el cual dañó el testimonio de los Ilustres Siervos del Señor.

En tal ocasión, JESUS, agredió a sus consiervos de LAS MEGA IGLESIAS sin el mínimo respeto a la ética ministerial como acostumbra. Coléricamente, derribó las mesas donde se desarrollan el cobro de PACTOS, VOTOS, PROMESAS, SEMILLAS, PRIMICIAS, entradas a SEMINARIOS APOSTÓLICOS, CONFERENCIAS DE MOTIVACIÓN PERSONAL BAJO LA UNCIÓN PROFÉTICA Y ENTRADAS A LOS CONCIERTOS Y CRISTO-TECAS DE RUMBA ESPIRITUAL con los cuales sostenemos nuestro renombrados ministerios milagrosos. Se sabe que usando látigos y palabras irrepruducibles, golpeó e insultó a los ungidos del Señor.

En las últimas horas, los directores de la RED televisiva que retransmite nuestra colecta de dinero, nos llamaron desde COSTA RICA, y nos pidieron que hagamos algo para evitar que este predicador llamado JESUS, persuada a la multitud en el mundo entero para NO llamar por teléfono y ofrendar amorosa y generodsamente a la CAUSA DEL SEÑOR.

Para colmo, si lo nombramos copastor de este ministerio, podría provocar gran confusión, debido a que EL, nunca pide ofrendas para orar por los enfermos y eso podría crear serios problemas económicos para nuestro ministerio, pues ESTO NO CONDICE CON NUESTRO MÉTODO DE IGLECRECIMIENTO Y EXPANSIÓN DE LA OBRA DEL SEÑOR. 

Si eso ocurriese, no podríamos pagar los guardaespaldas y el combustible para el avión privado en el cual sólo usted y su ungida familia pueden desplazarse. Ello inevitablemnte nos llevaría a la Bancarrota en cuestion de pocas semanas.

Definitivamente, JESUS, NO califica para ser pastor de éste ministerio. Su testimonio es cuestionado también porque anda siempre en malas compañías y en fiestas sociales, inclusive se le ha visto bebiendo vino en lugares públicos y dar a beber a invitados en los matrimonios. 

Diremos además de JESUS, que nunca se queda demasiado tiempo en un solo lugar y parece débil a la hora de condenar a los hermanos que pecan, y los suele perdonar sin disciplinas aunque sin embargo, AGREDE A LOS UNGIDOS DEL SEÑOR CON PALABRAS OFENSIVAS Y AZOTES DE CUERDAS. 

Y tiene otro problema más, es soltero. 

Por último presentamos a usted la Hoja de Vida del último candidato a co pastor de este ministerio:

JUDAS ISCARIOTE: Sus referencias son sólidas. Hombre persistente. Conservador. Discreto. Buenos contactos. Sabe administrar el dinero. Lo hemos invitado a compartir la Palabra para éste domingo. No queremos ilusionarnos mucho pero aquí hay un potencial candidato.

Su doctrina y sobre todo su afinidad afectiva con éste ministerio lo convierten en el HOMBRE IDEAL y con llamado auténtico para ser co pastor en ésta Mega Iglesia, la cual es, como su nombre indica: CASA DE DIOS.

Es más, hemos notado que él posee especial talento como ADMINISTRADOR DE EMPRESAS DE ÉXITO y su trayectoria ministerial y especial unción en el área económica serán un GRAN APORTEpara recolectar DINERO AL CASSSHHHHH.

Es más, le comunicamos que el Pastor Judas Iscariote, NO trabaja sólo ministerialmente en el área económica, tiene un cuerpo colegiado de colaboradores y asesores compuestos por sus colegas:SIMÓN de SAMARIA, un MAGO para manejar las finanzas.

Junto a ellos, trabaja una pareja de esposos, que dicho sea de paso, hará gran amistad con usted Pastor Ca$h Luna más allá de lo ministerial por sus muchas similitudes con usted y su señora esposa, le hablo de Ananías y Safira.

COMO REZA NUESTRO LEMA BÍBLICO DE MOTIVACIÓN PARA NUESTROS ASISTENTES: 
“ Más bienaventurado es dar que recibir.” Hechos 20:35

Porque JESÚS ES EL CAMINO PERO CA$H LUNA ES EL PEAJE; PARA PASAR, SE PAGA AL CA$$H...!

En pocas palabras, traer a JUDAS ISCARIOTE para ministrar en CASA DE DIOS, ES COMO CONTRATAR A LIONEL MESSI PARA JUGAR EN NUESTRA SELECCIÓN.

SEREMOS CAMPEONES: PORQUE EN NUESTRA BOCA HAY UN MILAGRO...

Yujuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu-...................! perdón, digo AMEN....!


Esta nota es publicada por el periódico de "HISTORIA DEL FUTURO" CON ESPECIAL APRECIO A LOS PASTORES NECESITADOS DE DINERO...! ya PAREN DE SUFRIR...!

Redactor: David Diamond - Colombia, Domingo, 19 de junio de 2011 a las 12:38
https://www.facebook.com/note.php?note_id=279468962098372

Bosquejo de la presentación del Evangelio, persona a persona

I. Introducción: una conversación sobre:

a. La vida secular

b. La vida religiosa de la persona visitada

c. Los evangélicos, la Biblia, programas radiales evangélicos, etc.

d. Testimonio personal.

e. Dos preguntas básicas:
1. ¿Ha llegado usted al convencimiento, en su vida espiritual, de que si hoy muere iría al cielo?
2. Si esta noche muere usted y tiene que presentarse en la presencia de Dios, y El le dice: "¿Por qué cree usted que debo permitirle la entrada al cielo?" ¿Qué contestaría usted?

II. El Evangelio

a. La gracia
1. El cielo es un don de Dios
2. No podemos ganar ni merecer el cielo

b. El hombre
1. Es pecador
2. No puede salvarse por su propia cuenta

c. Dios
1. Es misericordioso. Por tanto, no quiere castigarnos.
2. Como Dios es justo, tiene que castigar el pecado.

d. Cristo
1. Quién es: el Dios Hombre infinito
2. Qué hizo: Pagó la pena que nosotros teníamos que pagar por nuestros pecados, y nos compró un puesto en el cielo, el cual nos lo ofrece en calidad de regalo. Lo podemos recibir por fe.

e. La fe salvadora
1. Lo que no es: ni el consentimiento intelectual ni la fe temporal
2. Lo que es: Confiar en Jesucristo como nuestro único Salvador.

III. La entrega

a. La pregunta calificadora:
¿Significa algo para usted todo esto que le he venido explicando?”
"¿Comprende usted este punto? El hombre es pecador, etc."

b. La pregunta de la entrega: 
¿Quiere usted recibir este regalo de vida eterna que Cristo le ofrece?

c. Clarificación de la entrega

d. Oración de entrega

e. Seguridad de la salvación

Introducción al ensayo titulado “Cristianismo y Cultura”

El breve ensayo titulado “Cristianismo y Cultura” fue publicado por J. Gresham Machen en el Princeton Theological Review en 1913. Pero originalmente no se trata de un texto escrito para su publicación, sino de una conferencia inaugural. Con este texto, en efecto, Machen dio apertura al semestre de otoño de 1912. Se cumplen, pues, 100 años desde que fuera redactado, y tal distancia constituye una buena ocasión para una evaluación de su trasfondo, su contenido y su impacto.

Desde 1906 Machen estaba trabajando como profesor asistente de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico de Princeton. Es a sus alumnos en dicha institución que se dirige este texto, y eso explica que en algunas ocasiones se hable sobre las condiciones propias de los estudios en un seminario, y que en momentos sus palabras parezcan dirigidas exclusivamente a seminaristas. Pero esto no nos debe engañar: es un texto que debiera ser lectura obligada no sólo para todo estudiante de teología, sino para todo cristiano seriamente interesado por la relación entre el cristianismo y el saber. Es cierto que para quien conozca la obra de J. Gresham Machen, la década de 1910 a 1920, en la que fue publicada esta pieza, parece no ser la más interesante. Fue en la década siguiente, la del 20 al 30, que publicó sus grandes obras polémicas contra el liberalismo.

Y fue la década de los 30 la que lo llevó a sus grandes actos institucionales: la fundación del Seminario Teológico Westminster y de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa. Pero lo cimientos sobre los que trabajó durante esas dos décadas se encuentran en gran medida presentes ya en esta célebre conferencia.

El contexto inmediato del texto no es ninguna controversia en particular, pero sí hay un contexto histórico general muy significativo. En efecto, el cristianismo todavía era una fuerza viva en las grandes universidades norteamericanas, pero -como bien ha notado George Marsden-, el momento en que suena la voz de alarma de Machen coincide con la fecha en que el establishment protestante norteamericano estaba abandonando todo contenido específicamente cristiano en sus grandes universidades, para adoptar la ruta que hasta hoy ha seguido. Con ese trasfondo –que no es explícitamente mencionado-, el texto parte delineando de modo muy general en algunos modos en que puede ser abordada la creciente separación entre el mundo del saber y el mundo de la fe en la cultura contemporánea. Hay, en efecto, un espíritu científico dominando los planes de estudio; pero también hay un espíritu de fe moldeándonos en otros momentos.

Usualmente estos espíritus o estos mundos parecen no toparse. Pero se enfrentan, a más tardar, a la hora de aplicar dichos métodos científicos al estudio de la misma Biblia. ¿Se debe subordinar el cristianismo a la cultura, al estado actual de ciertos conocimientos? Machen hace notar que gran parte de la Iglesia, aunque sea inconscientemente, está optando por dicha solución. ¿Se debe en lugar de eso subordinar la cultura al cristianismo? La solución parece mejor, pero hace difícil que alguien se dedique entonces a las tareas del saber con el genuino entusiasmo que encontramos, por ejemplo, en las secciones poéticas de la Biblia, genuino entusiasmo que siglos antes había llevado al nacimiento de grandes universidades por inspiración cristiana. Machen no escoge, pues, ninguna de esas dos primeras alternativas, sino una tercera, que no es de subordinación, sino de lo que llama “consagración”.

El modelo que está detrás de tal posición es uno que Machen consideraba haber aprendido ya en su hogar. En una nota autobiográfica escrita en 1932, cinco años antes de su muerte, refiere a la formación recibida en su hogar como la principal explicación para el hecho de que, contra la corriente de los tiempos, siguiera adhiriendo a una forma ortodoxa de la fe cristiana. De sus padres dice haber aprendido no sólo “qué es el cristianismo”, sino también cuáles son los “modernos sustitutos del mismo”.

Pero en la línea siguiente del mismo texto vincula esto al hecho de que “también aprendí que la convicción cristiana puede ir de la mano de una amplia visión de la vida y de la búsqueda de conocimiento”. En esta expresión cabe enfatizar no sólo el amor al conocimiento y su compatibilidad con el cristianismo, sino en particular la amplia visión a la que alude Machen. Pues no se trata en lo más mínimo de defender sólo conocimientos que parezcan inmediatamente útiles: como narra el mismo Machen, entre los conocimientos de su padre destacaban sobre todo su conocimiento de la literatura griega, latina, francesa, inglesa e italiana –era un gran coleccionista de ediciones del siglo XV de los clásicos de la literatura antigua; y estos conocimientos, según cuenta, llegaban a ser opacados por los de su madre, de la cual Machen destaca sobre todo “la catolicidad de sus gustos”. En “Cristianismo y Cultura” se puede ver cómo Machen ha incorporado esta amplia mirada: “el cristiano no puede sentirse satisfecho en tanto que alguna actividad humana se encuentre en oposición al cristianismo o desconectada totalmente del mismo. El cristianismo tiene que saturar no tan solo todas las naciones, sino también todo el pensamiento humano”.

Este gusto por el saber al margen de su utilidad inmediata debe ser tenido en mente con miras a las controversias de las décadas posteriores. Pues en Cristianismo y Liberalismo es recurrente la crítica de Machen a los seres humanos “prácticos”. El énfasis en el carácter práctico, como bien hace notar, es engañoso, pues se puede estar aludiendo a que debemos en nuestros actos ser coherentes con lo que pensamos, y en ese sentido desde luego todos debemos aspirar a ser “prácticos”. Pero “en el discurso moderno muchas veces un conocimiento (práctico) de Dios quiere decir no un conocimiento teórico que también es práctico, sino un conocimiento práctico que no es teórico –en otras palabras, un conocimiento que no da ninguna información sobre la realidad objetiva, un conocimiento que no es conocimiento”. En tal contexto muchas veces el cristianismo sigue siendo valorado, pero porque parece ser útil –como consuelo o como programa moral-, y no porque estemos preocupados respecto de si es verdadero o no.

Una vez que se entiende el serio error implicado en esta posición utilitarista –y Machen lo entendió muy tempranamente-, se comprende también que lo requerido como respuesta cristiana no es sólo un vago cultivo de la “cultura”, sino una vigorosa vida intelectual. Y tal advertencia parece no menos importante en el contexto actual que en el de un siglo atrás. En efecto, la sola preocupación por el cristianismo y una ampliamente entendida “cultura” puede seguir siendo lo que para Machen era la esencia misma del liberalismo: un cristianismo que busca ser “relevante” porque “influye” en todos los campos de la vida, pero que no está preocupado en primer lugar por la verdad de lo que cree.

Así pues, a pesar del carácter general del título “Cristianismo y Cultura”, y a pesar de que el texto efectivamente dice cosas que son aplicables a la relación del cristianismo con cualquier actividad cultural, Machen no podría ser más categórico en la importancia que da al aspecto racional del conflicto entre el cristianismo y las visiones de mundo rivales. Respecto de la causa de la descristianización del mundo afirma en esta conferencia que “no vacilo en manifestar que está principalmente en la esfera intelectual”. Y si alguien decía que la Iglesia está en problemas, Machen se apuraba en aclarar que “la Iglesia está hoy pereciendo por falta de pensamiento, no por exceso del mismo”. Desde luego estas palabras pueden ser malentendidas, y si son malentendidas pueden ser rechazadas o abusadas. Abusadas por racionalistas que quieran tener a Machen de su lado, o rechazadas por cristianos que prefieran insistir en la inutilidad de los argumentos y en la centralidad de la conversión del corazón.

Es pues importante entender dichas palabras bien. Y eso se puede lograr en primer lugar aclarando que Machen no está en ningún momento diciendo que los argumentos sean algo suficiente para lograr la conversión. “Pero el hecho de que la labor intelectual no sea suficiente, no significa, como tantas veces se supone, que sea innecesaria”. En segundo lugar, cuando Machen habla del cristianismo actual como uno inserto en una gran lucha intelectual, cuando habla de deserciones de la fe por motivos intelectuales, no está diciendo que se trate de decisiones conscientemente intelectuales.

De hecho reconoce lo contrario, que los grandes cambios en el mundo intelectual generan una serie de presupuestos que se transforman en obstáculos inconscientes para la fe. El resultado de tal proceso es que se acaba aceptando una visión de mundo contraria a las Escrituras sin jamás darse cuenta de ello, y luego dicha visión de mundo se encarga de expulsar la verdad de las Escrituras de nuestra mente, sin que haya verdadera y abierta batalla. En tales circunstancias la tarea del maestro cristiano muchas veces será precisamente volvernos conscientes de tales conflictos, cosa que Machen intentaría sobre todo en Cristianismo y Liberalismo. Como lo señala al dar inicio a dicha obra, “el objeto del presente libro no es resolver la controversia religiosa de nuestro momento, sino plantear la cuestión del modo más agudo y claro que sea posible”.

Con tal actitud polémica Machen está firmemente enraizado en la tradición del antiguo Princeton. Recordemos que en otro tiempo la cátedra de Teología Sistemática de dicho seminario era llamada “cátedra de teología didáctica y polémica”. Pero la teología polémica no es teología gratuitamente belicosa. Tampoco es teología que busca desprestigiar a otras visiones de mundo atacando a sus peores expositores. Machen es enfático en su reprobación de tales prácticas. En el texto autobiográfico que ya hemos mencionado, escribe que “nunca he podido entregarme a la actitud de desprecio a las personas del otro lado en este gran debate, actitud en la que muchos devotos creyentes parecen encontrar consuelo.

Jamás he podido desechar la <alta crítica> en masa con un par de frases de condena sumaria”. Una vez más, dichas palabras de 1932 reflejan algo que ya enseñaba 20 años antes en “Cristianismo y Cultura”. En efecto, en el texto que aquí presentamos se queja por quienes creen que uno sólo debe responder a los ataques populares contra la fe, ataques que suelen venir de figuras de segundo rango. Y el problema, como bien hace notar, es que cuando existen dichas figuras populares de segundo rango normalmente es porque ya se ha perdido una importante batalla: “lo que hoy día es tema de especulación académica, mañana empezará a mover ejércitos y a derribar imperios. En esa segunda etapa, ha llegado demasiado lejos para ser combatido”. La conciencia respecto de dicha fuerza decisiva de las ideas debe obligar a los cristianos a una preocupación intelectual enraizada en una actitud de noble búsqueda de la verdad, que se enfrenta al error en sus más destacados representantes.

Pero el gran temor de Machen era que no hubiera disposición para tales batallas. Una vez más la voz de 1932 es la misma de 1912. En “Cristianismo y Cultura” escribe que “no es posible entrar en este reino espiritual sin controversia”. Veinte años más tarde diría que los que gritan paz, paz, cuando no hay paz [Jer. 6:14] constituyen la más grande amenaza para el pueblo de Dios”. Dicha búsqueda de paz sobre la base de ciertos mínimos comunes como el ejemplo de Jesús, era el indiferentismo doctrinal que Machen consideraba una de las notas más distintivas del cristianismo.

Pero cabe notar que en sus últimos años Machen llegó a notar que el fundamentalismo podía padecer de un problema muy similar: en su lucha contra el liberalismo busca constituir un amplio frente, y para eso se vuelve también más indiferente a las diferencias doctrinales. Y eso es lo que le impedía, aunque tuviera mucho en común con ellos, unirse plenamente a los fundamentalistas: cuando uno ha llegado a apreciar la tradición reformada en toda su amplitud, escribe, “uno nunca estará satisfecho con un mero fundamentalismo que busca hacer una rápida síntesis moderna del mínimo común denominador de personas de diversos credos. En lugar de eso se buscará estar en el centro de la gran corriente de la vida de la Iglesia, la cual nos ha llegado mediante Agustín y Calvino hasta los símbolos de la fe reformada”. Así, podemos terminar señalando que la posición de Machen no sólo invita a ocuparnos como cristianos de un amplio abanico de temas, sino también a estar enraizados en una amplia y rica tradición cristiana.

Hoy Machen se ha vuelto para nosotros parte de dicha tradición. Y aunque hay mucho de su obra que aún requiere ser traducido a nuestra lengua, el texto de Machen sobre “Cristianismo y Cultura” constituye un caso excepcional por su influencia en el mundo hispanoparlante, pues en inglés constituye un texto entre los muchos del autor, y fue publicado en una revista de escasa difusión entre laicos. Esto contrasta mucho con su publicación como una pieza independiente en español, que fue realizada por la Federación de Literatura Reformada en 1974. Si se añade a esto el hecho de que dicha edición contenía unas palabras preliminares de parte de Francis Schaeffer, escritas en 1969, palabras en que expresaba la feliz continuidad entre el texto de Machen y la visión encarnada por l’Abri, se puede afirmar con bastante certeza que este texto ha influido más en el mundo hispano que en el angloparlante, más aún dada la escasez de textos en nuestra lengua sobre la relación entre el cristianismo y la cultura. Es de esperar que esta traducción revisada permita que el texto de Machen continúe dicha feliz trayectoria en su segundo siglo de existencia.

Manfred Svensson

lunes, 14 de noviembre de 2011

CRISTIANISMO Y CULTURA - J. Gresham Machen

Uno de los problemas que más ha agitado a la Iglesia es el de la relación entre la cultura y la piedad, entre la cultura y el cristianismo. Este problema se ha manifestado primeramente con la presencia de dos tendencias en la Iglesia: la científica o académica, y la que podemos llamar práctica. Algunas personas se han consagrado principalmente a  la tarea de formular una concepción adecuada del cristianismo y de sus fundamentos. Para ellos, ningún hecho, por trivial que pareciese, merecía ser pasado por alto. Estas  personas han valorado la verdad en sí misma, sin referencia inmediata a sus consecuencias prácticas. Algunos, por otro lado, han insistido en la esencial simplicidad del evangelio. El mundo se encuentra sumergido en calamidad, nosotros mismos somos pecadores, los hombres perecen en el pecado día tras día. El evangelio es la única salida, prediquémoslo al mundo mientras aún podamos. La necesidad es tan apremiante que no hay tiempo para enredarnos en vana palabrería ni en fábulas de viejas. Mientras estamos estudiando cuál fue la ubicación exacta de las Iglesias de Galacia, los hombres están pereciendo bajo la maldición de la ley; mientras tratamos de determinar cuál fue la fecha del nacimiento de Jesús, el mundo está prescindiendo del mensaje de la Navidad.

Los representantes de estas dos tendencias se consideran a sí mismos como cristianos,  pero demasiado a menudo hay escaso sentimiento de fraternidad entre ellos. El cristiano  de tendencias académicas acusa a su hermano de exagerado emocionalismo, de usar  argumentos superficiales y métodos demasiado fáciles. Por otra parte, el hombre  práctico denuncia con voz estentórea la indiferencia de los académicos ante la terrible necesidad de la humanidad. El erudito es presentado como peligroso diseminador de la duda, o bien como uno cuya fe es una fe sin obras. Cualquier persona que investiga el pecado humano y la gracia de Dios sólo con la ayuda de polvorientos volúmenes, confortablemente recluido en un estudio cálido y acogedor, olvidado de los  seres  humanos que perecen diariamente en la más profunda desgracia.

Pero si el problema tiene esta apariencia en presencia de las distintas tendencias dentro de la Iglesia, ¡cuánto más intenso se hace en la conciencia del individuo! Pues si reflexionamos, hemos de ver que el deseo de adquirir conocimientos y el deseo de ser salvo son muy distintos. El erudito debe, al parecer, adoptar la actitud de un observador imparcial, actitud que parece absolutamente inadmisible al cristiano piadoso que se aferra a Jesús como único Salvador que le libera de la carga del pecado. Si estas dos actividades: por un lado la adquisición de conocimientos y por otra el ejercicio y la enseñanza de una fe sencilla, han de tener ambas lugar en nuestras vidas, no podemos ignorar la cuestión de cómo deben estar relacionadas. La solución del problema es tanto más difícil cuanto que no estamos debidamente preparados para el mismo. El sistema entero de nuestra educación escolar y universitaria está  constituido de manera que la religión y la cultura se mantengan lo más separadas que sea posible y que se ignore la cuestión de la relación entre ellas. Durante cinco o seis días de la semana estamos ocupados adquiriendo conocimientos. El estudio de la religión ha sido desterrado de esta actividad. Hemos estudiado ciencias naturales sin tener en cuenta su conexión, o falta de conexión, con la teología natural o con la revelación. Hemos estudiado griego sin abrir el Nuevo Testamento. Hemos estudiado historia evitando cuidadosamente considerar aquel movimiento histórico, el mayor de todos, que fue introducido por la predicación de Jesús. En filosofía, la importancia vital del estudio de la religión no ha podido ocultarse del todo, pero se la ha mantenido en un segundo plano lo más lejano posible. Los domingos, por otro lado, hemos recibido una instrucción religiosa que exigía poco uso del intelecto. El preparar cuidadosamente las lecciones de la escuela dominical al mismo nivel que se preparan las lecciones de matemáticas o de Latín, ha sido cosa desconocida. Parece ser que la religión ha sido tenida por algo que concierne solamente a las emociones y la voluntad, reservándose el intelecto para los estudios seculares. No es de extrañar, pues, que después de semejante preparación hayamos llegado a considerar la religión y la cultura como pertenecientes a dos compartimientos distintos del alma, y a pensar que su unión equivaldría a la destrucción de ambas.

Al entrar en un Seminario, nos vemos introducidos repentinamente a una manera de proceder completamente diferente. La religión, de repente, sale de su reclusión, y se le aplican los mismos métodos de estudio que antes estaban reservados a las ciencias naturales y a la historia. Ya no estudiamos la Biblia exclusivamente para crecer moral y espiritualmente, sino también para adquirir conocimientos. La primera impresión, quizás, es la de experimentar una pérdida infinita. El espíritu científico parece haber reemplazado a la fe sencilla, y la mera comprensión de hechos escuetos parece estar sustituyendo a la práctica de principios. Quizás la dificultad no estriba tanto en enfrentarnos con nuevas dudas en relación a la verdad del cristianismo. Lo que nos turba es más bien el conflicto de los métodos, de los espíritus. El espíritu científico parece ser incompatible con el antiguo espíritu de la fe sencilla. En resumen, casi sin preparación, nos encontramos cara a cara con el problema de la relación entre conocimiento y piedad o, por decirlo de otro modo, entre cultura y cristianismo.

Este problema puede resolverse de tres maneras. En primer lugar,  sería posible subordinar el cristianismo a la cultura. Aunque en parte inconscientemente, es una solución favorecida por una parte muy importante e influyente de la Iglesia de hoy día; pues la eliminación de lo sobrenatural en el cristianismo  -cosa tan tremendamente común hoy día- convierte realmente al cristianismo en una religión natural. Se transforma en un producto humano, una mera parte de la cultura humana. Mas como tal, es algo totalmente distinto del antiguo cristianismo, que estaba basado en una revelación directa de Dios. Despojado así de su tono de autoridad, el evangelio ya no es ningún evangelio; es un cheque por una cantidad enorme de millones- pero un cheque sin firma al pie. Así, al subordinar el cristianismo a la cultura hemos realmente destruido el cristianismo, y lo que sigue llevando su antiguo nombre es una falsificación.

La segunda solución nos lleva al extremo opuesto. Esforzándose en dejar a la religión el campo libre, procura destruir la cultura. Esta solución es mejor que la primera. En lugar de entregarse a un optimismo superficial o a la deificación de la humanidad, reconoce la profunda malignidad del mundo, y no rehúye adoptar el remedio más heroico. El mundo es tan corrupto que no puede producir los medios para su propia salvación. La salvación debe ser el don de una vida enteramente nueva, recibida de Dios directamente. Por tanto, se afirma, la cultura de este mundo debe ser, por lo menos, cosa indiferente para el cristiano. Ahora bien, en su forma extrema, tal posición apenas requiere ser refutada. Si resulta que el cristianismo realmente contradice aquella razón que es nuestro único medio para comprender la verdad, por supuesto que o tendremos que modificar el cristianismo o abandonarlo. No podemos, pues, ser enteramente independientes de los resultados obtenidos por el intelecto. Además no podemos, sin contradecirnos a nosotros mismos, emplear la imprenta, el ferrocarril y el telégrafo, en la propagación del evangelio, y al mismo tiempo denunciar como malignas las actividades de la mente humana que produjeron tales cosas. Y en la producción de estas cosas no solamente participó el genio inventivo práctico, sino que, detrás de todo ello, estaban las investigaciones de la ciencia pura, animadas simplemente por el deseo de conocer. Así pues, en su forma extrema, que exige el abandono de toda actividad intelectual, ninguno de nosotros adoptaría esta segunda solución. Sin embargo, muchos  personajes piadosísimos de la Iglesia de nuestros días en esencia y en espíritu están adoptando esta solución. Admiten que el cristiano debe participar en la cultura humana. Pero consideran tal actividad como un mal necesario  -una tarea peligrosa y poco digna, que hay que tolerar, aunque siempre con un austero sentido del deber, con objeto de que por ella se alcancen los fines superiores del evangelio. Estas  personas no podrán jamás ocuparse en las artes y las ciencias con algo parecido al entusiasmo; tal entusiasmo lo considerarían como deslealtad al evangelio. Semejante posición es realmente ilógica y al mismo tiempo no es bíblica. Dios nos ha dado ciertas facultades mentales, y ha implantado en nosotros la convicción inextirpable de que estas facultades nos fueron dadas para ejercitarlas. La Biblia, además, contiene una poesía que no muestra la menor falta de entusiasmo, ni la ausencia de una profunda apreciación de lo bello. No podemos contentarnos con esta segunda solución del problema. A pesar de todo lo que podamos hacer, el deseo de saber y el amor a la belleza no pueden ser enteramente sofocados, y no podemos considerar permanentemente estos deseos como un mal.

¿Se encuentran, pues, el cristianismo y la cultura en un conflicto que sólo puede resolverse mediante la destrucción de una u otra de las fuerzas contendientes? Afortunadamente, es posible hallar una tercera solución, a saber: la consagración. En lugar de destruir las artes y las ciencias o de ser indiferentes a las mismas, cultivémoslas con todo el entusiasmo del auténtico humanista, mas al mismo tiempo consagrémoslas al servicio de nuestro Dios. En lugar de sofocar los placeres que ofrece la adquisición del saber o la apreciación de lo bello, aceptemos estos placeres como dones de un Padre celestial. En lugar de eliminar la distinción entre el Reino y el mundo, o por otro lado retirarnos del mundo en una especie de monasticismo intelectual modernizado, avancemos gozosamente, con todo entusiasmo, para someter el mundo de Dios.

Esta solución está conectada con ciertas ventajas obvias. En primer lugar, una ventaja lógica. El puede creer solamente aquello que tiene por verdadero. Nosotros somos cristianos porque tenemos el cristianismo por verdadero.  Pero otros  seres humanos tienen el cristianismo por falso. ¿Quién tiene razón? Esta es una cuestión que sólo puede resolverse examinando y comparando las razones aducidas por ambos bandos. Es cierto que una de las bases de nuestra creencia es una experiencia interior que no podemos compartir con nadie - la gran experiencia que empezó por la convicción de pecado y la conversión y que continuó por la comunión con Dios  - una experiencia que otras personas no poseen, y en la cual, por consiguiente, no podemos basar directamente un argumento. Mas si nuestra posición es correcta, deberíamos, por lo menos poder demostrar al otro hombre que sus razones pueden no ser concluyentes. Y eso exige el estudio cuidadoso de ambos aspectos de la cuestión. Además el campo de acción del cristianismo es el mundo. El cristiano no puede sentirse satisfecho en tanto que alguna actividad humana se encuentre en oposición al cristianismo o desconectada totalmente del mismo. El cristianismo tiene que saturar, no tan solo todas las naciones, sino también todo el pensamiento humano. El cristianismo, por tanto, no puede sentirse indiferente ante ninguna rama del esfuerzo humano que sea de importancia. Es preciso que sea puesta en contacto, de alguna forma, con el evangelio. Es preciso estudiarla sea para demostrar que es falsa, sea para utilizarla en activar el Reino de Dios. El Reino debe ser promovido, no sólo en ganar a todo hombre para Cristo, sino en ganar al hombre entero. Acostumbremos a alentarnos, en medio del desánimo, pensando en el tiempo en que toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es Señor. No es menor la inspiración que contiene el otro aspecto de la misma gran consumación. También vendrá el tiempo en que las dudas hayan desaparecido, en que toda contradicción haya sido eliminada, en que toda ciencia converja en una sola gran convicción, en que todo arte sea dedicado a un solo gran fin, en que todo pensamiento humano esté saturado por la influencia purificadora y ennoblecedora de Jesús, en que todo intento haya sido traído a sujeción, a la obediencia de Cristo.

Si para algunas de nuestras  personas prácticas estas ventajas de nuestra solución al problema parecen ventajas intangibles, podemos señalar la ventaja meramente numérica de la actividad intelectual y artística dentro de la Iglesia. Todos estamos de acuerdo en que por lo menos una de las grandes funciones de la Iglesia es la conversión de  seres humanos individualmente considerados. El movimiento misionero es el gran movimiento religioso de nuestro tiempo. Ahora bien, es perfectamente cierto que los hombres han de ser llevados a Cristo uno a uno. Pero no obstante, sería un gran error suponer que todos los  seres humanos están igualmente bien preparados para recibir el evangelio. Cierto es que lo decisivo es el poder regenerador de Dios. Este poder puede superar toda falta de preparación, y la ausencia del mismo hace que aun la mejor de las preparaciones sea inútil. Mas el hecho es que Dios, por lo general, ejerce dicho poder en conexión con ciertas condiciones previas en la mente humana, y nuestra tarea debe ser crear, dentro de nuestras posibilidades, con la ayuda de Dios, esas condiciones favorables para la recepción del evangelio. Podemos predicar con todo el fervor de un reformador y no obstante lograr tan solo ganar una persona aquí o allí, si permitimos que todo el pensamiento colectivo de una nación o de un mundo sea controlado por ideas que, por la fuerza de la lógica, impiden que el cristianismo sea considerado como algo más que una ilusión inocua.

En tales circunstancias, lo que Dios desea que hagamos es destruir el obstáculo en su propia raíz. Muchos pretenden que los seminarios combatan el error atacándolo en las enseñanzas de sus representantes populares. En lugar de hacerlo, lo que consiguen es confundir a sus estudiantes con buen número de nombres  extranjeros desconocidos fuera de las universidades. Esta manera de proceder se basa simplemente en la profunda creencia que tenemos de que las ideas llegan a saturarlo todo. Lo que hoy día es tema de especulación académica, mañana empezará a mover ejércitos y a derribar imperios. En esa segunda etapa, el problema ha llegado demasiado lejos para ser combatido. El tiempo, el momento de detenerlo era cuando era todavía tema de debates apasionados. De modo que, como cristianos, deberíamos tratar de moldear el pensamiento del mundo de manera que la aceptación del evangelio fuese algo más que una cosa lógicamente absurda. Los pensadores se están preguntando por qué los estudiantes de las grandes universidades de la costa este de Estados Unidos ya no se dedican al ministerio ni demuestran interés vital alguno por el cristianismo. Se han sugerido explicaciones totalmente insatisfactorias, tales como el creciente atractivo de otras profesiones  –explicación absurda, digámoslo de paso, ya que las demás profesiones están tan abarrotadas, que uno apenas puede ganarse la vida en ellas. La dificultad real estriba en esto: en que el pensamiento de nuestros días, tal como se hace sentir intensamente en las universidades, y de allí, inevitablemente, se extiende a las masas del pueblo, es profundamente opuesto al cristianismo o, lo que es casi igualmente maligno, está completamente desconectado del cristianismo. La Iglesia es incapaz ni de combatir ni de asimilar este pensamiento, sencillamente porque no lo entiende. En tales circunstancias, no hay deber más urgente para los que han recibido la poderosa experiencia de la regeneración, y que por lo tanto, no pasan por alto, como el mundo, toda la serie de hechos vitalmente importantes que la experiencia cristiana abarca  - no hay deber más urgente, insisto, que el de dominar el pensamiento del mundo con objeto de convertirlo en un instrumento de la verdad en lugar de un instrumento del error. La
Iglesia no tiene derecho alguno a absorberse de tal manera en la ayuda al individuo que olvide al mundo.

Hay dos objeciones posibles a la solución que sugerimos. Si  se pone así en estrecho contacto la cultura y el cristianismo, en primer lugar ¿no destruirá el cristianismo a la cultura? ¿Acaso el arte y la ciencia no deben ser independientes para florecer? Nuestra respuesta es que todo depende de la naturaleza de su dependencia. La sujeción a una autoridad externa cualquiera, o siquiera a cualquier autoridad humana, seria fatal para el arte y la ciencia. Mas la sujeción a Dios es totalmente distinta. Se ha demostrado que, de hecho, la dedicación de las facultades humanas a Dios no sólo no las destruye sino que las aviva. Son facultades dadas por Dios, y Él las comprende suficientemente bien como para no destruir chapuceramente sus propios dones. En segundo lugar, ¿no destruirá la cultura al cristianismo? ¿No es mucho más fácil ser un cristiano genuino si limitas tu atención a la Biblia y evitas el riesgo de ser desencaminado por el pensamiento del mundo? Respondemos que, desde luego, es más fácil. Enciérrate en un monasterio intelectual, no te estorben los pensamientos de personas no regeneradas, y desde luego te resultará más fácil ser cristiano, lo mismo que es más fácil ser buen soldado en un confortable cuartel de invierno que en el campo de batalla. Salvas tu propia alma; pero los enemigos del Señor quedan en posesión del campo de batalla.  Pero ¿a quién corresponde esta tarea de transformar la masa pesada y resistente del pensamiento humano hasta que llegue a ser útil al evangelio? ¿Quién debe llevar a cabo esta tarea? En cierta medida, no cabe duda, los profesores de los seminarios teológicos y las universidades. Pero el simple ministro del evangelio no puede eludir su responsabilidad. Es un gran error suponer que unos cuantos especialistas cuyo trabajo es sólo de interés para sí mismos, puedan llevar adelante esa investigación con éxito.

Se precisan muchas  personas y de múltiples pareceres y aficiones. Lo que ante todo necesitamos, especialmente en nuestras Iglesias cristianas, es un interés más general en los problemas de la ciencia teológica. Sin ello, el especialista carece de la atmósfera estimulante que le alienta a laborar. Sin embargo, sea cual sea su posición en la vida, es preciso que el erudito sea un hombre regenerado; en nada debe ser inferior en cuanto a la intensidad y profundidad de su experiencia religiosa. En este mundo disponemos de abundancia de excelentes intelectuales que no cumplen este requisito. Están llevando a cabo una obra útil en sus detalles, en filología bíblica, en exégesis, en teología bíblica, y en otras especialidades de estudio. Mas no están cumpliendo la gran tarea, no están asimilando el pensamiento moderno al cristianismo, por carecer de aquella experiencia del poder de Dios en el alma que es esencia del cristianismo. Sólo conocen un aspecto de la materia de comparación. Conocen el pensamiento moderno, pero el cristianismo es en realidad cosa ajena para ellos. La función del verdadero erudito cristiano es, precisamente por poseer aquella gran experiencia interna, establecer alguna forma de contacto con el pensamiento del mundo. Durante los últimos treinta años ha habido un tremendo movimiento de abandono de la Iglesia Cristiana. Aún las cosas superficiales lo evidencian. Por ejemplo, la disminución en la asistencia a los cultos y en la observancia del día de reposo. y el descenso del número de candidatos al ministerio. Es cierto que a veces se intenta explicar estas deprimentes tendencias apuntando a circunstancias especiales. Mas ¿por qué engañarnos a nosotros mismos, por qué consolarnos con explicaciones paliativas? Reconozcamos los hechos. La disminución en la asistencia a los cultos, la negligencia en la observancia del día del Señor, son simples síntomas superficiales de una decadencia en el poder del cristianismo. El cristianismo está ejerciendo una influencia directa mucho menos potente en el mundo civilizado hoy día que la que ejercía hace treinta años. ¿Cuál es la causa de esta defección? Por mi parte, no vacilo en manifestar que está principalmente en la esfera intelectual. Los seres humanos no aceptan el cristianismo porque no es ya posible convencerles de que el cristianismo es verdadero. Acaso sea útil, pero ¿es verdadero? Se dan, por supuesto, otras explicaciones. Se dice que la moderna deserción y alejamiento  de la Iglesia se debe al materialismo práctico de la época. Los  seres humanos están tan ocupados en ganar dinero que no tienen tiempo para las cosas espirituales. Tal explicación tiene cierto grado de validez, pero su alcance es limitado. Quizás puede aplicarse a las florecientes ciudades del oeste de Estados Unidos, donde las personas se intoxican con las repentinas posibilidades de amasar riquezas sin límite. Pero el abandono del cristianismo es mucho más amplio que eso. Se advierte en los relativamente sosegados países de Europa aún más intensamente que en América. Se observa entre los pobres en el mismo grado que entre los ricos. Y finalmente, se echa de ver, más que en cualquier otra parte, en las universidades, y ése es uno de los muchos indicios de que la verdadera causa de la deserción es intelectual. En proporción muy considerable, los estudiantes de las grandes universidades del este de Estados Unidos (y más aún de las universidades de Europa) no son cristianos. Y a menudo no son cristianos precisamente por ser estudiantes. El modo de pensar del presente, el cual se hace sentir con especial fuerza en las universidades, es profundamente opuesto al cristianismo, o al menos carece de conexión con el cristianismo. El principal obstáculo para la religión  cristiana se encuentra hoy en la esfera del intelecto.

Al hacer esta afirmación debemos precavernos contra dos conceptos erróneos. En primer lugar, no estoy diciendo que la mayoría de las personas rechacen el cristianismo conscientemente o por causa de dificultades intelectuales. Al contrario, en la inmensa mayoría de los casos el rechazo del cristianismo se debe simplemente a la indiferencia. Sólo unos pocos han dedicado verdadera atención al asunto. La inmensa mayoría de los que rechazan el evangelio lo hacen simplemente porque no saben nada de él. Pero ¿de dónde procede esta indiferencia? Se debe a la atmósfera intelectual en que la humanidad está viviendo. El mundo moderno está dominado por ideas que ignoran el evangelio. Pero está completamente desconectado del mismo. No sólo impide la aceptación del cristianismo. Impide incluso que el cristianismo se haga oír. En segundo lugar, no estoy diciendo que la eliminación de las objeciones de carácter intelectual hará de un hombre un cristiano. Jamás nadie llegó a la conversión simplemente por medio de argumentos. Es preciso que haya también un cambio en el corazón. Y esto sólo puede producirse por la obra directa del poder de Dios. Pero el hecho de que la labor intelectual no sea suficiente, no significa, como tantas veces se supone, que sea innecesaria. Es cierto que Dios puede superar todos los obstáculos intelectuales mediante el ejercicio directo de Su poder regenerador. A veces así lo hace. Pero lo hace muy pocas veces. Generalmente Él ejerce Su poder a través de ciertas condiciones de la mente humana. Generalmente, no trae al Reino enteramente sin preparación a aquéllos cuya mente e imaginación están totalmente dominados por ideas que hacen que la aceptación del evangelio sea lógicamente imposible.

La cultura moderna es una fuerza enorme. Afecta a todas las clases sociales. Afecta al ignorante tanto como al docto. ¿Qué puede hacerse? En primer lugar la Iglesia puede simplemente apartarse del conflicto. Puede simplemente dejar que la poderosa corriente del pensamiento moderno fluya sin estorbo y llevar a cabo una obra en los remansos del río. Hay todavía  gente en el mundo que no han sido afectadas por la corriente de la cultura moderna. Pueden aún ser ganados para Cristo sin labor intelectual. Y deben ser ganados. Es una obra útil y necesaria. Si la Iglesia se resigna a sólo hacer eso, puede renunciar a la educación científica de un ministerio. Tome la verdad de su mensaje y aprenda simplemente cómo aplicarlo en detalle a las modernas condiciones industriales y sociales. Abandone el laborioso estudio del griego y el hebreo. Renuncie al estudio científico de la historia y déjelo en las manos de los  seres humanos. En una época de creciente interés científico, siga la Iglesia mostrándose cada vez menos científica. En una época de creciente especialización, de renovado interés en la filología y la historia, de método científico más riguroso, siga la Iglesia abandonando la Biblia en manos de sus enemigos. Éstos la estudiarán científicamente, podéis estar seguros, aun si la Iglesia no lo hace. Reemplace ésta el hebreo por la sociología, las pruebas de la veracidad del evangelio por la pericia práctica. Abrevie la preparación de su ministerio, permita que esta preparación sea interrumpida aún más y más por actividades prácticas prematuras. Haciéndolo así ganará a algún individuo aislado aquí, otro allí. Pero las ganancias serán sólo temporales. La gran corriente de la cultura moderna llegará tarde o temprano a su apartado remanso. Dios la salvará de algún modo  - aun de  en medio de las profundidades. Pero la labor acumulada durante siglos habrá sido barrida. Dios quiera que la Iglesia no se resigne a tal cosa. Dios quiera que la Iglesia se enfrente cara a cara valientemente con su problema. No es un problema fácil. Afecta a la misma base de su fe. El cristianismo es la proclamación de un hecho histórico: que Jesucristo resucitó de entre los muertos. El pensamiento moderno no tiene cabida para esta proclamación. Impide a los hombres aun escuchar el mensaje.

Pero al mismo tiempo la cultura de nuestros días no puede ser rechazada globalmente. No es como la cultura pagana del siglo primero. No es completamente no-cristiana. Gran parte de ella se ha derivado directamente de la Biblia. Hay dentro de ella movimientos de importancia que se están echando a perder, y que podrían muy bien ser usados para la defensa del evangelio. La situación es compleja. Tomar medidas de tipo general estaría fuera de lugar. Es preciso ejercer la discriminación, la investigación. Parte del pensamiento moderno debe ser refutado. El resto debe ser utilizado. Pero no hay nada en él que pueda ser ignorado. El que no está con nosotros está contra nosotros. La cultura moderna es una fuerza poderosa. O es útil al evangelio, o en caso contrario es el enemigo mortal más peligroso del evangelio. Para poder utilizarla, la emoción religiosa no es suficiente, se precisa también la labor intelectual. Y esta labor está siendo descuidada. La Iglesia se está dedicando a tareas más fáciles. Y actualmente está segando el fruto de su indolencia. Ahora tendrá que luchar por su vida. La situación es desesperada. Pudiera desalentarnos, mas no si verdaderamente somos cristianos. No si estamos viviendo en comunión vital con el Señor resucitado. Si realmente estamos convencidos de la verdad de nuestro mensaje, podemos proclamarlo aunque sea ante un mundo de enemigos, y la misma dificultad de nuestra tarea, la misma escasez de aliados se transforma en fuente de inspiración, y podemos incluso gozarnos de que Dios no nos haya puesto  en una época fácil, sino en tiempos de duda y perplejidad y conflicto. Y además, no temeremos llamar a estos soldados a participar en la batalla. En lugar de ser nuestros seminarios teológicos meros centros de emoción religiosa, serán campos de batalla para la fe, en los cuales, ayudados un poco por la experiencia de educadores cristianos, se enseñe a las personas a pelear su propia batalla, en los cuales alcancen a darse cuenta de la verdadera fortaleza del adversario, y en la dura escuela de la lucha intelectual aprendan a usar la convicción profunda de los  seres humanos maduros en lugar de la fe irreflexiva de la infancia. No temamos que en esto pueda haber una pérdida de poder espiritual. La Iglesia está hoy pereciendo por falta de pensamiento, no por exceso del mismo. Está obteniendo victorias en la esfera de la prosperidad material. Victorias que son gloriosas. Dios no permita que cometamos el crimen despiadado de desacreditarlas. Están aliviando la desgracia de los  seres humanos. Pero si estas victorias se quedan solas, me temo que no son sino fugaces. Las cosas que se ven son temporales; las que no se ven son eternas. ¿Qué será de la filantropía si se pierde a Dios? Bajo la superficie de la vida hay un mundo de espíritu. Los filósofos han intentado explorarlo. El cristianismo ha revelado sus maravillas al alma sencilla. Ahí están las fuentes del poder de la Iglesia. Pero no es posible entrar en este reino espiritual sin controversia. Y actualmente la Iglesia está rehuyendo el conflicto. Expulsada del terreno espiritual por la corriente del pensamiento moderno, se consuela con cosas respecto a las cuales no hay desavenencia. Si aboga porque los pobres tengan mejores alojamientos, no debe temer la contradicción. Dios sabe bien que necesitará todo su valor, y tendrá suficientes enemigos; pero no será combatida con argumentos. En teoría, este siglo está de acuerdo en cuanto al mejoramiento social. Mas en cuanto al pecado, la muerte, la salvación, la vida, y Dios... tocante a todo esto hay debate. Si queréis, podéis evitar el debate. Basta con dejarse llevar por la corriente. Predicad cada domingo durante vuestro curso en el Seminario, dedicad el tiempo libre al estudio y a pensar, estudiad más o menos como hacíais en la universidad... y estas cuestiones no os preocuparán jamás. Es fácil eludir los grandes problemas. Muchos predicadores lo están haciendo. Y muchos predicadores están predicando al aire. La Iglesia está aguardando personas de otra clase.  Personas para pelear sus batallas y resolver sus problemas.  La esperanza de hallar tales personas es la gran inspiración en la vida de un Seminario. No es preciso que todos ellos sean  personas de méritos eminentes.  Pero todos han de ser seres humanos de pensamiento. Deben luchar duro contra la indolencia espiritual e intelectual. Su pensamiento podrá estar confinado dentro de estrechos límites. Pero es preciso que sea un pensamiento propio. Para ellos la teología debe ser algo más que una tarea; debe ser cosa de investigación. Debe conducir no a memorizar ciertos conceptos, sino a convicciones genuinas.

La Iglesia está confundida ante la indiferencia del mundo. Está tratando de superarla adaptando su mensaje a los usos del día. Pero si en lugar de hacerlo, antes de la batalla descendiera al lugar secreto de la meditación, si a la clara luz del evangelio buscara respuesta no sólo al problema del momento, sino ante todo a los problemas eternos del mundo espiritual, quizá entonces, por la gracia de Dios, y por medio de Su buen Espíritu, en el tiempo por Él designado, la Iglesia podría una vez más brotar con poder, y una era de duda podría ir seguida por el amanecer de una era de fe.