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Talca, Región del Maule, Chile
Me describo como un tipo común y corriente, sincero, humilde, auténtico, original, carismático, con sentido del humor, etc. Tengo mis ideas súper claras, en resumen creo ser una buena persona que no anda aparentado ser lo que no es. Soy una persona tan común y corriente como cualquiera de ustedes, con las mismas debilidades y errores. Al igual que la mayoría, también me cuesta orar y leer la Biblia, pero siempre hago el esfuerzo por intentar llevar una vida de integridad en obediencia a Dios. Mi vida es el ministerio y el ministerio también es mi vida, no podría separarlos jamás. Yo soy esto, soy un hombre común y corriente que sirve al Señor. La única diferencia con algunos otros, es que lo muestro, nada más. No trato de ser correcto, ni de hacerme el espiritual. En todo caso, soy espiritualmente normal.

jueves, 17 de enero de 2013

La otra cara de Willis Hoover, el fundador del pentecostalismo chileno


Es frecuente escuchar que diversas orientaciones de protestantismo califican a los pentecostales como “ignorantes” o “indoctos”. Esto obedece a una realidad: y es que el pentecostalismo en chile usualmente ha rechazado los conocimientos teológicos, y ha preferido el mover carismático del Espíritu Santo.
Es que la mentalidad del sujeto pentecostal estándar divide la realidad en dos partes: las emociones –o ‘espiritualidad’- y el intelecto.

El profesor pentecostal chileno, José Peña, afirma: “Por la experiencia del avivamiento, la nueva iglesia privilegió el sentimiento y lo sobrenatural por encima del estudio formal o teológico. Se pensaba que no había compatibilidad entre espíritu y estudio. ‘la mucha letra mata’” (1). El avivamiento pentecostal que se gestó en Valparaíso bajo la dirección del pastor Metodista Episcopal (IME), Willis Hoover, ha tenido consecuencias que aún arrastramos en el siglo XXI.

Este asunto no es sólo chileno. También ha sido tema de discusión en los círculos pentecostales de Estados Unidos. Un pastor pentecostal que profundizó este aspecto en esa zona afirmó: “A medida que los perdidos eran atraídos por los pasillos de serrín, estos depositaban sus pecados –y con frecuencia su intelecto- al pie del altar, volviendo a sus asientos con las dos mercancías más preciadas entre los creyentes americanos: Jesús y sus sentimientos” (2). No entraremos ahora al asunto de la aparente contradicción entre razón y fe, porque la misma Biblia nos entrega evidencia suficiente sobre el tema, y eso sería para otra ocasión.

¿De dónde proviene esta idea tan afirmada por el pentecostalismo en Chile? La raíz es precisamente Willis Hoover. Al hurgar en sus escritos, encontraremos diversas afirmaciones que sostienen la negación de la educación teológica. Es ejemplificador su ensayo “la ponzoña de la antigua serpiente”, pues cuando habló del fracaso del Metodismo Episcopal señaló: “eran ignorantes, y en el empeño de educarlos, comenzaron a dar demasiada importancia a esa educación y confiar en ella, con el resultado en todo caso de que el poder del espíritu les dejó”.

En el mismo texto, cuando se refiere a Pablo y su nivel educacional, explica que su caso es especial porque “no fue e hizo estudios para ser pastor o apóstol. Dios le escogió así y le convirtió”, y luego esgrime un conjunto de versículos en que Pablo niega la sabiduría humana.

Como éstas, hay muchas otras afirmaciones en las que Hoover intenta explicar que la enseñanza teológica no es primordial. Nunca la negó del todo, pero a la luz de los escritos que se han conservado, es evidente que no le dio un lugar preponderante dentro de la iglesia pentecostal. Esta aversión a la teología creció con el tiempo, hasta que se hizo común dentro de las hermandades pentecostales la crítica hacia quienes intentaban profundizar un poco más en las Escrituras. Aun hoy hay hermanos que han recibido el consejo de no leer demasiado porque “la mucha letra mata”.

El pentecostalismo tradicional, como se dice, ha hecho suyo este principio. Ha intentado negar la teología. Sin embargo, la idea de Hoover no era esa. Más bien, lo que él quería era evitar que la iglesia naciente fuera contaminada por la Alta Crítica y el Modernismo, que a sus ojos eran tendencias teológicas heréticas (3). Es decir: Lo que Willis Hoover negaba no era la teología, sino un tipo específico de teología: la ‘liberal’.

Willis Hoover era una personalidad excepcional. Provenía de una familia acomodada, y estudió medicina. Sin embargo, su pasión evangelística fue mayor, y se ofreció como misionero para ir a África (4). En lugar de eso, le ofrecieron misionar en Chile, de modo que se estableció en nuestro país en 1889. Pero eso no es todo. Hoover dirigió una escuela metodista en Iquique (el Iquique English College), en lo cual se evidenciaba su vocación por la educación –adquirida del proyecto misionero de Taylor-. Sumado a esto, existe una faceta de su vida que es desconocida por el común de los pentecostales que siguieron a Hoover. Y es que según los registros de la Iglesia Metodista Episcopal, Willis Hoover hizo estudios teológicos durante cuatro años y se graduó en 1897. Además, cuando fue trasladado como pastor a Valparaiso (1902), fundó el Seminario Bíblico Evangélico de la IME y fue su presidente desde 1904 hasta 1908 –de hecho, también viajaba a Santiago a hacer lecciones durante 1908- (5). De esta breve descripción podemos deducir que en Hoover no sólo se encontraba el fervor del misionero, sino también el del educador y del teólogo. ¿Qué sucedió entonces?

 En los escritos de Hoover no se encuentra ninguna explicación o delimitación acerca de la validez de la teología como estudio formal para ministros evangélicos. Tampoco se halla una explicación que diferencie la teología ‘ortodoxa’ de la teología ‘liberal’ a la que combatía. Por lo cual, es posible afirmar que producto de un error de comprensión, sus conceptos no fueron claramente examinados, y de ahí comenzaría a gestarse un discurso anti-teológico que perdura hasta hoy en muchos de los hermanos pentecostales que fueron formados con ese tipo de pensamiento. Otra de las graves consecuencias de esta interpretación incompleta, es que por mucho tiempo las comunidades pentecostales enseñaron a sus hijos que estudiar en la universidad era malo porque es algo “del mundo”, olvidando que el propio líder fue tuvo la profesión médica.

Es común ver a un Willis Hoover anciano, como la figura de un patriarca que guió una iglesia y que contribuyó al crecimiento de la obra evangélica en Chile. Para algunos sólo es eso, un símbolo del pentecostalismo chileno. Pero en realidad han conservado –ya sea por conveniencia, temor o ignorancia- sólo una parte de este hombre. No fue sólo un líder carismático, también fue un hombre intelectual –médico, educador, teólogo- y tal vez sea esto lo que los grupos pentecostales chilenos requieren recuperar. Esta es la Vara.

Hoover no sólo fue un médico, sino que honró a Dios con su profesión. Existe una gran cantidad de profesionales cristianos que están pululando en nuestra sociedad chilena; tal vez sea hora de no ver nuestra profesión como un mero oficio para ganar el pan diario y dar un buen diezmo; con nuestros estudios y profesiones, también podemos servir a Dios.

Usemos la inteligencia que nos ha sido convidada, para que Dios sea glorificado.

Luis Aranguiz Kahn
  1. http://ibnmaipu.blogspot.com/2009/01/ponencia-presentada-en-la-jornada-de.html
  2. Rick Nañez: “¿Evangelio completo en mentes incompletas?”, Editorial Vida, pag. 22.
  3. Esto lo dice Hoover en su “Historia del Avivamiento Pentecostal en Chile”.
  4. Según la investigaciòn de su bisnieto, Mario G. Hoover en el libro El movimiento pentecostal en chile del siglo XX".
  5. Toda esta información se encuentra compilada en el texto "historiografía iglesia metodista de chile 1878-1818" de Florrie Snow.

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